!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> inter shitty 2073: octubre 2005

inter shitty 2073

El blog las verdades relativas, las reflexiones estúpidas y las referencias idiotas. Donde las cosas se aprenden desordenadamente.

30.10.05

Promesas rotas

Uno no quisiera tener que escribir esta clase de post, pero lo he creido necesario para no incumplir lo dicho hace unos dias. No podre continuar la actividad habitual del blog a partir de este viernes. Sintiendolo en el alma el cierre de inter shitty 2073 sera indefinido hasta nuevo aviso. Esta ha sido la primera oportunidad para entrar en internet desde que llegue. A cuenta del curro y de donde vivo no tengo muchas oportunidades para entrar en la red. Les ruego disculpen esta eventualidad y tengan paciencia. Me romperia el corazon no poder volver. Asi que sin mas me despido a lo terminator: volvere... Por lo demas todo bien...

(Disculpen los acentos)

24.10.05

Interrumpimos la emisión por traslado de sucursal

Aunque a veces se me escapen chorradas personales, ya saben que mi objetivo no es contarles mi vida. Sin embargo, hay cierto hecho que condicionará el futuro cercano de este pequeño espácio cibernético al que tienen la amabilidad de visitar. Es de justicia, pues, que les cuente que debido a un traslado este blog pasará las dos próximas semanas inactivo. Abandono el hogar paterno y mi condición de parado. Mi destino está en las islas británicas. Así que comprenderán que necesitaré de un tiempo para ubicarme, buscar un ciber barato (vuelvo a la rutina de los cibers... ajjj) y tiempo para escribir cosas medianamente interesantes. En fin, que les emplazo a que vuelvan a darse una vuelta por aquí el próximo viernes 4 de noviembre, fecha en la que tendrán un nuevo post.

Les agradezco, aprovechando la ocasión, haber podido contar, hasta ahora, con todos ustedes. inter shitty 2073 nació en una etapa de transición en la que ustedes, afortunadamente, me han acompañado. Sepan que me han alegrado muchos días con sus sabios comentarios. No crean que les hago la pelota para que vuelvan la fecha señalada. Saberme correspondido en muchas de las cosas que he ido contando me han enganchado a este rincón casi clandestino de la blogosfera. Ustedes me animan a seguir con este sitio adelante. Y me jode que mi vuelta a la rutina del ciber café me impida seguir consultando sus blogs con la misma facilidad que hasta ahora.

Espero que a la vuelta pueda retomar el trabajo en este blog con la regularidad que ha habido hasta la fecha (tampoco es que haya publicado post por día, pero se sorprende uno de ver todas las cosas que ha dicho). Sepan que tengo algunas ideas en mente que trataré de ir perfilando estas dos semanas "vacacionales". Esperando que disculpen esta interrupción y que se animen a pasarse por aquí la fecha señalada les mando un fuerte abrazo a todos y todas. Piensen que todo esto es por mi bien. Y que la idea de dejar de ser un parado me agrada y desagrada a partes iguales. Los motivos los imaginarán. A uno tampoco es que le guste el hecho de trabajar, pero el dinero, ya saben... Lo de dejar de ser una sanguijuela también está bien. Quién sabe, además, si mi nueva ubicación (Cardiff, por si les interesa) me pueda servir de inspiración para innovar algún contenido. Aunque me llevo la maleta llena de referencias, reflexiones.. bueno, ya saben.

Una vez hechos los tediosos, pero necesarios, preparativos, mañana comienzo un largo viaje. No me compadezcan. No me envidien. Deséenme suerte y, por supuesto, vuelvan por aquí.

19.10.05

Raging bull en 7 fotogramas


Visto nuestro gusto compartido por el boxeo como género o subgénero cinematográfico, he querido reseñar Toro Salvaje. Pero por varias razones no me extenderé en la reseña. Primero, porque me consta que la mayoría de ustedes conocen de sobra la historia de Jake La Motta; además de conocer mucho mejor que un servidor la filmografía de Martin Scorsese. Segundo, porque el bueno de Spaulding aceptó con la amabilidad que le caracteriza incluir este título entre los futuribles de su sección Ustedes lo han querido, a petición del que esto escribe. Y tercero, porque los fotogramas aquí incluídos hablan por sí solos. Un estupenda fotografía en blanco y negro, violencia sobre el cuadrilátero, Robert de Niro grandísimo y, en fin, Joe Pesci, que es uno de los grandes secundarios. Dos actores fetiche de Scorsese, por cierto.













Una historia de sangre, sudor y lágrimas. Lo sé, sólo falta una foto de Cathy Moriarty en la piscina. Estaba guapísima...

18.10.05

Cuando fuimos los mejores (Una historia mal contada de un combate de boxeo)


1974 fue el año del escándalo Watergate, la guerra del Vietnam todavía daba sus últimos coletazos y el combate del siglo se iba a disputar en el Zaire, una república del África negra que llevaba casi una década bajo las garras de aquel estadista que se hizo llamar Mobutu Sese Seko (Mobutu el guerrero que no conoce la derrota), tan presumido, estúpido y cruel como todos los dictadores suelen ser. Por un puñado de dólares (cinco millones por barba, para ser exactos) Muhammad Ali y George Foreman fueron convocados por el excéntrico promotor Don King para batirse en un combate que ya era histórico desde el momento en que fue anunciado.

La cinta documental When we were kings cuenta todo lo que envolvió al combate aquellos días de 1974 en Zaire. Resumiendo, y para que se hagan una idea, Foreman se abrió la ceja unos días en un entrenamiento antes de la pugna y ésta tuvo que ser pospuesta hasta seis semanas después. When we were kings es la historia de aquellas seis semanas de espera, nervios, salidas de tono y música, mucha música. Pero también es el relato de la redención del boxeador anteriormente conocido como Cassius Clay y del descenso a los infiernos personales y profesionales de Foreman. Todo ello ambientado en una pequeña república negra de esa parte del planeta que se conoce con el apelativo tan absurdo "el tercer mundo".


Muhammad Ali se había negado a ir al Vietnam porque nadie allí le había llamado negro. Y aquello le había supuesto perder los que podían haber sido sus mejores años como boxeador profesional. Había presumido de ser el mejor, de poseer rapidez y belleza. Y en el año 1974 lo seguía haciendo, pero para entonces ya sabía que era un viejo dentro del mundo del boxeo. Tenía 32 años. Sus mejor época había pasado. Se la había arrebatado el gobierno estadounidense, el hombre blanco, los malos, quién fuese, ya daba igual... En su vuelta a los cuadriláteros había perdido, por primera vez, en un combate contra Joe Frazier. Eso había pasado tres años antes.
Mientras tanto, George Foreman, defensor del título de los pesos pesados, era joven, tenía 25 años y un puñetazo mortal. A principios de 1973 había vapuleado a Frazier en tan solo dos asaltos en un memorable combate disputado en Kingston, Jamaica. Más tarde, antes de su encuentro con Ali, había defendido exitosamente su título frente a José Roman y Ken Norton, que venía de ganar a Ali en 12 asaltos.

Por eso se pensó que el combate era poco menos que un montaje. Era imposible que Ali aguantara dos asaltos a aquel berraco que era Foreman. Para cualquiera con dos dedos de frente, Muhammad no tenía ni una oportunidad. Pero en una suerte del destino algo que flotaba en el ambiente de aquella nación africana jugó en su favor. Él era un ídolo allí. La gente le adoraba por su explícito compromiso con la causa negra y el tercer mundo. "Ali bomaye!", le gritaban. "Ali, mátale". Por las calles de Kinshasa, mientras corría y era perseguido por niños que soñaban ser como él. Y Ali les animaba, gesticulaba y alababa a África y al hombre negro. Ali increpaba a Foreman mirando a las cámaras que también le perseguían. Se mofaba de su oponente en las ruedas de prensa. Y Foreman, mientras tanto, hundía el cuero de los sacos que golpeaba en los entrenamientos. Sorprendido, aturdido; porque Zaire entero le rechazaba. Él, que se jactaba de ser más negro que Alí, era el hombre blanco en un país negro de piel y corazón.
When we were kings, de hecho, es la historia de la pantomima que construyó Muhammad Ali, ayudado por el pueblo zaireño, para vencer a Foreman. Ali iba a bailar, como los ángeles. Eso era lo que se encargaba de decir todos los días. Iba a bailar, Foreman no podría alcanzarle. Iba a bailar y, cuando George no pudiera más, le iba a dar una buena tunda. Iba a bailar para recuperar el título de los pesos pesados. Iba devolver el orgullo a su persona y al pueblo negro bailando sobre la lona, volviendo loco a Foreman con su rapidez y destreza. Iba a devolver la honra al Zaire y al tercer mundo. Aquel combate era una venganza. Y Foreman, que había llegado a Kinshasa con un pastor alemán (símbolo de la represión francesa anterior a la independencia), simbolizaba accidentalmente todos los males de África, de la raza negra, de aquel país y del propio aspirante.


El 30 de octubre, sin embargo, el cabrón de Ali no bailó una mierda. En el primer asalto salió a tumbar a Foreman con su derecha. El bueno de George no se enteraba de nada, no entendía nada. Ali le había vuelto loco con su imparable dialéctica, con sus bromas, despropósitos y caprichos. Mientras, el pueblo del Zaire, que se había tomado el combate como una cuestión de estado, seguía gritando aquello de "Ali bomaye". Ali no bailaba una mierda pero tampoco había besado la lona en el primer asalto, como la mayoría había pronosticado. Y el pobre George, convertido casi en una cabeza de turco, golpeaba con más frustración que otra cosa.

Ali iba a bailar, eso había repetido un millón de veces los días de espera. Pero, tras no poder tumbar a su contrincante en el primer asalto, se arrinconó en las cuerdas y dejó que Foreman le castigara. "¿No puedes golpear más fuerte? Me decepcionas George, tienes las manos de mantequilla, George. ¿De verdad eres tú el campeón de los pesos pesados? Aquel día Frazier debió tener un mal día, George". Ali era un cabrón que pretendía ganar aquel combate dándole a la lengua, en vez de a los puños. Era un fantoche que había construido en su mente y en el imaginario colectivo de los habitantes de aquel país, un combate imaginario que estaba a punto de hacerse realidad, para sorpresa de entendidos y profanos. Contra todo pronóstico, el preferido por los zaireños acertó en la cara de un Foreman literalmente hecho polvo, que se dio cuenta con aquella hostia que la pelea se le había ido de las manos. Y mientras pensaba, seguramente, que Alí le había engañado en todo menos en el pronóstico último del combate, ya estaba tumbado en la lona, hecho una mierda. Lleno de cansancio y de un terrible sentimiento de frustración por haber caído contra aquel viejo que ya estaba para el arrastre. Él, que estaba en los mejores años y golpeaba más fuerte que nadie. Le iba a destrozar y había mordido la lona. Y los zaireños seguía coreando en famoso "Ali bomaye!".


When we were kings, dirigida por Leon Gast, cuenta esta historia, con todo lujo de detalles. El combate por los pesos pesados conocido como "The rumble in the jungle". Una pelea entre perdedores, bueno, no al mismo nivel que Ben Johnson, icono loser del Duque de Cabrito, claro está; pero que fueron despojados de sus mejores años de boxeadores. Uno por el gobierno estadounidense, y el otro por una depresión que le provocó caer derrotado ante el uno.

Curiosamente Foreman disfrutó años después de una redención similar a la que él proporcionó a Ali, cuando ganó el título de los pesos pesados a los 45 años, 20 después de haber sido despojado del mismo en este combate que hoy nos ocupa. Hoy día vende barbacoas (grills) con su nombre. En el fondo no ha salido tan mal parado. La historia y el cine nos han demostrado que el boxeo es una fábrica de perdedores. Quizá por eso es uno de los deportes más interesantes. También el que mejores adaptaciones ha tenido en cine. Ya sea mediante la ficción o mediante el género documental, como en este caso.

A destacar los fragmentos de actuaciones de músicos negros que se citaron en Zaire para darle un poco más de color al combate. Inconmensurables BB King y James Brown. Especialmente este último, para mi gusto. También merecen la pena las entrevistas incluídas a Spike Lee y a los comentaristas deportivos George Plimton y Norman Mailer. Sobre todo a estos dos últimos, periodistas deportivos que presenciaron el combate y que dan la visión técnica de lo que allí ocurrió. Spike Lee hace básicamente de Spike Lee, habla muy bien de Ali, del black power y critica lo imaginable tratándose de él. Que conste que hay respeto para Spike.

Disfruten de este documento si tienen oportunidad. Mucho mejor que ver un combate contemporáneo de boxeo, aún sabiendo quien va a ganar. Ni siquiera es necesario ser aficionado a los deportes para disfrutar de esta cinta. La pelea que se retrata, nunca mejor dicho, es de película.

15.10.05

Una década después del día de la bestia

Aunque no puedo hablar de fechas exactas, porque las desconozco, me consta que recientemente se cumplirá una década del estreno de El día de la bestia, segunda película de la filmografía de Álex de la Iglesia. Tal efeméride, de primeras, quizá tan solo les haga caer en la cuenta de la fugacidad del tiempo. Lo rápido que pasa todo, lo mayores que nos hacemos, todas las horas que hemos desperdiciado haciendo, literalmente, el tonto y reflexiones similares. Pero dejando un lado victimismos que no vienen al caso, desde la redacción (mi cuarto) de este rincón de referencias idiotas y todo lo demás , hemos decidido reivindicar, u homenajear (como se quiera), esta gran película.


Puestos a buscar excusas o motivos para hablar de esta mítica cinta, cabría comentar que ésta fue la película que dio a conocer a Santiago Segura al gran público. Ya saben que este nombre corre a día de hoy de boca en boca, de post en post, de blog en blog a cuenta de su última película, aquí reseñada. Lo que me recuerda que a cuenta de este tipo se debate en los foros más diversos sobre la industria cinematográfica española. El día de la Bestia, lo digo sin miedo, es seguramente uno de los éxitos más inesperados de nuestro cine en la última década. Para mí gusto, una de las películas mejor acabadas y más originales. Además, y por si fuera poco, estos días el director vasco está siendo homenajeado en Sitges. Razones para hablar de ella, como ven, no faltan.

Álex Angulo, que ya se perfilaba como "actor fetiche" dentro de la filmografía de su tocayo De la Iglesia (ya había aparecido en el primer corto del director, Mirindas Asesinas, en su ópera prima, Acción Mutante y, más adelante, haría lo propio como secundario de excepción en Muertos de Risa), interpreta al padre Ángel Beriartúa, protagonista de esta peculiar historia. Beriartúa, catedrático de teología de la universidad de Deusto, ha descubierto el secreto escondido a modo de críptico en las páginas del libro del Apocalípsis. Según este sacerdote, la nochebuena del año 1995 el hijo de Satán, el mismísimo Anticristo, nacerá en Madrid. Ante este abrumador y aterrador descubrimiento, el cura vizcaíno decidirá aplicar la vieja máxima de "ten cerca a tus amigos, pero mucho más a tus enemigos" y viajará hasta la capital del reino para vender su alma al maligno, granjearse su confianza y tratar así de conocer sus planes, boicotearlos y, de paso, salvar a la humanidad.


Ya en Madrid, el padre Beriartúa se topará con Jose Mari, un dependiente de una tienda de discos heavie, interpretado por Santiago Segura. Ambos formarán la accidental pareja, tan buena como otros grandes referentes de la comedia de toda la vida, que nos llevará por los pasadizos más angostos, crueles y claustrofóbicos de esa oscura y previsiblemente definitiva nochebuena madrileña. La primera vez que ví a Santiago Segura en la pantalla, encarnando ese delicioso papel de drogata satánico y de Carabanchel, caí rendido en sus brazos. Y creo que no fui el único. Segura pasaría a ser, a partir de entonces, uno de esos actores omnipresentes en las producciones españolas. Aunque Segura ha hecho mucha mierda desde entonces, ahora mismo no recuerdo una interpretación a la altura de la de Jose Mari en esta pequeña joya. Si acaso, su encarnación del teniente corrupto cañí que todos ustedes ya conocen de sobra. En la primera parte de la saga, eso sí.


Pero todavía queda el tercero en discordia, el profesor Cavan, una figura mediática que invita desde su programa "La zona oscura" a la paranoia generalizada en temas de oscurantismo, exorcismos varios, predicciones descabelladas y demás esoterismos de todo a 100. Cavan, que se mostrará escéptico en un principio con respecto al tema del Anticristo, se unirá a esa extraña pareja formada por Angulo y Segura en la búsqueda de la salvación de la humanidad. Su misión no será, ni mucho menos, sencilla. De todas formas, no es fácil hacerle entender al ciudadano medio que el fin del mundo se acerca inexorablemente ante la llegada de la encarnación mundana del Príncipe de las Tinieblas.



Aunque ya lo hemos dejado intuir, uno de los puntos fuertes de la película es la fantástica caracterización que se hace de la ciudad de Madrid. No sé si se puede definir como caracterización, pero creo que nos entendemos. ¿Quién dijo que era necesario rodar en una ciudad americana para ambientar solventemente una cinta fantástica? Álex de la Iglesia convierte a Madrid en una ciudad apocalíptica. Donde unos energúmenos bajo el lema "Limpia Madrid" queman indigentes, inmigrantes y otros descastados indefensos. Donde las pensiones están habitadas por seres miserables y desequilibrados. Donde todas estas paranoias resultan creíbles. La oscura atmósfera que el director indautxutarra consigue impregnar a Madrid gracias a su personal y transgresora concepción visual es, como venimos insinuando, toda una delicia. Y a diferencia de la magnífica transformación que se hace de Barcelona en El Maquinista (se hace la hace pasar la ciudad catalana por Detroit), De la Iglesia no tiene reparos en situar la acción en rincones tan míticos de la capital como la Plaza Callao. Maravilloso montaje, por cierto, el de la famosa secuencia ambientada en el luminoso de la céntrica plaza madrileña.

Pero, si a caso, el mayor acierto de todos es la sutil mezcla de géneros. "Comedia de acción satánica", rezaban los carteles publicitarios en aquel año. A mí siempre me ha parecido una comedia de las buenas. Buenos gags no faltan. Pero no deja de haber cierta tensión propia del terror. Además de muchos ingredientes que reivindican a Álex de la Iglesia como gran cinéfilo o zinéfago, aparte de como buen director de cine. Una pena que, en mi opinión, sus últimas películas intenten fallidamente cosechar el mismo éxito de las primeras con esas mismas constantes. Crímen Ferpecto no es una buena peli, 800 balas me parece directamente infumable. Siendo bastante respetable el resto de la filmografía del orondo director. Personalmente me quedo con La comunidad y, tal vez, con Perdita Durango. Aunque Acción mutante, su ópera prima, es graciosísima (quizá cuenta con la mejor interpretación de la historia de mi admirado paisano Antonio Resines). Y me considero defensor de Muertos de Risa, que me dejó bastante frío la primera vez que la vi, pero que en una pertinente revisión me cautivó.


La banda sonora está también muy bien escogida. La música de Extremoduro, Negu Gorriak, Eskorbuto... le dan un toque más lúgubre y oscuro a la atmósfera de aquella tétrica nochebuena. Creo recordar, por cierto, que hubo una gira con algunos de los grupos que participaron en esta banda sonora.

Como anécdota merece la pena reseñar las leyendas urbanas que se han vertido sobre esta película. El hermanísimo de Álex, Agustín de la Iglesia, artista no reconocido por el gran público, pero famoso en su casa a la hora de comer, siempre ha asegurado que el argumento de la peli está basada en una historia real. En una visita que el bueno de Agustín tuvo a bien hacer a nuestro difunto programa de radio Qué verde era mi valle, nos explicó con todo lujo de detalles (más de los necesarios, todo sea dicho) como su hermano se inspiró en las vivencias reales de un cura jesuíta que se lanzó a la búsqueda del anticristo acompañado por un heavie lunático, que para más detalles era camarero de un bar sito en algún punto del monte Pagasarri, cerca de Bilbao. También nos confesó, en aquella inolvidable sesión radiofónica, que conocía la existencia de un bigfoot verde que igualmente pululaba por ese monte. Donde, creo recordar, también conoció al gnomo Makoki, con el que convivió una temporada. Pero esa es otra historia. Creo que alguno de mis compañeros todavía conserva la cinta de aquella entrevista tan lisérgica.


En fin, sólo huelga apuntar que El día de la bestia es de esas películas con las que uno tiene un vínculo especial. La vi con trece años en el cine, en la sesión de tarde, el día que nos habían dado las vacaciones de navidad. Me hizo sentir feliz y menos desplazado y raro. Ya ven que tontería, pero así lo recuerdo. Por eso, la revisé hace poco para traducir mis impresiones en este post y, la verdad, no pude dejar de hacerlo de una forma un tanto indulgente; con mucho cariño, vaya. Y, de paso, obligué a mi hermana, de catorce años, a que la viera conmigo. Sobra decir que le encantó. "Nunca había visto una película española así", fueron sus declaraciones. Creo que la primera vez que la vi pasó algo parecido por mi cabeza.

Ya que la última película reseñada por aquí también pertenece a lo mejorcito del cine español y está ambientada en nochebuena concluiré este post de igual forma. Invito a los programadores de la segunda cadena de televisión pública (el mítico UHF) que cambien la archirrepetida Qué bello es vivir, por alguno de estos dos títulos: Plácido o El día de la bestia, en su parrilla de la madrugada del 24 al 25 de diciembre. Parafraseando al señor extractodepollo, son películas con mucho espíritu navideño.

13.10.05

Días de lluvia


We'll meet again,
don't know where, don't know when,
but I know we'll meet again some sunny day!

Keep smiling through,
just like you always do,
'till the blue skies drive the dark clouds far away!

So, will you please say hello to the folks that I know?
Tell them I won't be long!
They'll be happy to know that as you saw me go,
I was singin' this song: We'll meet again,
don't know where, don't know when,
but I know we'll meet again some sunny day. . .

(Escúchese en su versión preferida)
(Fotografía robada a Carlos de Andrés)

12.10.05

Seis incunables por Belenos (parte 2ª)

Continuamos el repaso por seis significativos números de la colección de Astérix. Si no leyeron la primera entrega de este repaso miran más abajo o pinchen aquí. De todas formas, sólo repetiré que los comics reseñados en este par de post no son necesariamente los mejores, ni los más divertidos. Simplemente he tratado de elegir seis números, más o menos, representativos. Dicho lo cual, continuemos...



Inclasificables: Pese a que en casi toda la obra de Uderzo y Goscinny se repitan los mismos patrones, hay ciertos números que, ya sea por su argumento, estructura o tono, rompen con lo previsible. En esta categoría tan difusa incluiré dos títulos fantásticos: Astérix y el caldero (1969) y El escudo Arverno (1968). En los dos números se relatan viajes muy diferentes a los que nuestros héroes galos nos tienen acostumbrados. Ambos recorren la Galia más allá de la aldea conocida por todos.

El primer número cuenta un triste capítulo para la aldea gala y para el considerado como uno de los mejores guerreros del pueblo, Astérix, por supuesto. Moralelastix, jefe de una tribu gala vecina, visita la aldea para pedir un favor al jefe Abraracurcix. Para evitar que el recaudador de impuestos romano les lleve parte de las riquezas locales, Moralelastix pide a la tribu de galos invencibles que custodien un caldero lleno de sestercios. Pese a que el jefe de la tribu vecina no despierta mucha confianza, Abraracurcix corresponderá a su homólogo destinando a Astérix la tarea de cuidar el caldero. Aunque el pequeño guerrero hace guardia toda la noche, unos ladrones sustraen el tesoro. Por contribuir en la deshonra de la aldea, Astérix será desterrado en un sumario proceso donde se reúnen todos los habitantes de la villa.

Abatido, Astérix partirá en busca de dinero para llenar el caldero y, de paso, recuperar su honra y la del pueblo. Como no podía ser de otra forma, Obélix acompañará a su amigo del alma para ayudarle a superar el trance. A partir de entonces, la pareja de coleguillas tratarán de conseguir el dinero de mil formas diferentes. Cada una de las cuales determina la peculiar estructura de este título. Serán comerciantes de jabalíes, gladiadores, actores, apostarán en las carreras de cuádrigas y tratarán de robar un banco. El desenlace de éste cómic quizá sea uno de los mejores de toda la serie.

En El escudo Arverno, se mezclarán dos historias con aparentemente nada que ver. Por un lado, Abraracurcix, el jefe, se aventurará a una terapia de adelgazamiento por sus problemas de salud, acompañado por Astérix y Obélix. Terapia a la que se someterá, por cierto, en los balnearios de Vichy, conocido como Aquae Calidae en la época romana. Por otra, se desgranará la historia de un escudo que Vercingetórix, jefe de tropas galas, lanzara a los pies de Julio César con otra serie de armas, después de que éste viniera, viera y venciera.

Las dos historias irán mezclándose cuando Astérix y su orondo amigo deciden visitar Gergovia, mientras su jefe se cura de sus males de estómago. Se repasarán acontecimientos históricos como las batallas en Gergovia y Alesia, en las que galos y romanos se vieron las caras. Se retratan, de paso, particulares personajes, como veteranos de guerra que niegan la existencia de Alesia, pues fue allí donde sus tropas claudicaron ante el ejército imperial. Otra cosa reseñable de éste título es la peculiar manera de reconstruir la historia del escudo utilizando una narración desde diferentes puntos de vista.



Uderzix: Aunque ayer dejé claro que, en mi opinión, los títulos de Astérix bajaron en calidad con la muerte de su guionista, René Goscinny, he querido incluir al menos una novela gráfica de las siete que hasta ahora ha publicado Uderzo en solitario. Mi elección, en este caso, es Astérix en la India (1987). La historia recuerda, inevitablemente, a Las mil y una noches. Ahivá, un fakir súbdito de el Rajá Passaya, acude para solicitar la ayuda de los galos. Por la pertinaz sequía (siempre quise utilizar esta manoseadísima expresión, ustedes lo perdonen) que asola el valle del Ganges, de donde proviene Ahivá, el peligroso gurú Dhalekanya (un Rasputín cualquiera) ha decretado la necesidad de sacrificar la hija del Rajá si no lloviera en mil y una horas. Así, afirma el malo malísimo, se apaciguará la cólera de los dioses. El bardo Asuranceturix toma, en este caso, el protagonismo, pues, por primera vez, sus horribles tonadas servirán para algo. Para hacer llover y salvar la vida de la princesa, claro está.

Después de un accidentado viaje en alfombra voladora, Asuranceturix, para desgracia de nuestros héroes y sus nuevos amigos indios, pierde la voz. Ya en el 50 antes de Cristo, como vemos, se cumplían a rajatabla las premisas más básicas formuladas por el cabrón de Murphy.


Sentimentalmente hablando: Ya que desde hace unos días no dejo de ponerme nostálgico, haré un ligero repaso de mis albumes preferidos, sentimentalmente hablando. Siendo un cachorro, Astérix legionario (1967) siempre me pareció el libro más divertido de toda la colección. Esta inversión de papeles se debe a que la conocida pareja de galos debe cumplir con otra misión. En este caso, tratarán de ayudar a Tragicómix, novio de la bellísima Falbalá. El joven ha sido obligado a combatir con el ejército romano en la guerra que Julio César mantiene contra el general rebelde Escipión. La forma más fácil para que los galos lleguen a África será la de enrolarse ellos también en el ejército imperial del César.

Una vez dentro de la primera legión, tercera cohorte, segunda manípula, primera centuria del ejército romano, nuestros amigos bidimensionales compartirán aventuras con unos peculiares soldados: un belga, un británico, otro germano, un griego y, mi favorito, el egipcio Campodetenis, que piensa que en vez de en el ejército está disfrutando de un viaje programado. No podían faltar los superiores desesperados, el cocinero y el hilarante traductor. Hay tantos y tan buenos gags dentro de este libro que, créanme, merece la pena que hoy mismo, si tienen un ratito, lo lean y se partan de risa.

Otra cumbre del humor historiada por este tándem de escritores franceses, para mí gusto, es Astérix Gladiador (1964), que retrata uno de los viajes de la pareja protagonista a la capital del imperio. Para liberar al bardo Asuranceturix, que ha sido secuestrado por los romanos para sacrificarlo en el circo como tributo al César, Astérix y Obélix se alistan en los gladiadores. A ellos les enseñarán que es mejor jugar y reírse que pelear hasta la muerte. ¿No han jugado nunca al sí, no, blanco y negro?

Entre mis favoritos también están Astérix y los godos, En los Juegos Olímpicos, La Cizaña, El adivino, La Residencia de los dioses… No hay ninguno malo, si lo pienso.


Al final he reseñado más de los seis títulos que prometía el título, pero realmente, como vengo diciendo, todos los títulos de la colección de Astérix son muy buenos. A mí me traen muy buenos recuerdos. Durante años me leía religiosamente un libro de Astérix, Mortadelo, Tintin, Zipi y Zape, Super López o similares, antes de dormir. Y, evidentemente, los de Astérix eran de mis favoritos. Aunque seguramente haya que dedicar en un futuro no muy lejano algún post a alguna otra figura del cómic clásico. Hasta entonces, como ya es costumbre en inter shitty 2073, recuperaremos el desorden que nos caracteriza.

11.10.05

Seis incunables por Belenos (parte 1ª)


Aprovechando mi estancia en el hogar paterno, tengo la oportunidad de recuperar viejos cómics, discos o libros que me van a permitir colgar algún post nostálgico más. Por supuesto, una de las joyas de la corona de mi estantería de recuerdos que ahora tengo el placer de revisionar es la colección de Astérix, el galo. Supongo que, a estas alturas, no tendría que contextualizar la figura de este incunable héroe del cómic europeo. Aún así, les dejo con unos apuntes.

Astérix nace en la revista Pilote en 1959, aunque el primer álbum de sus aventuras data de 1961. Éste es, como ya saben, Astérix el Galo. Durante la década de los sesenta y los setenta, se publicarían 24 álbumes de Astérix firmados por sus creadores: Uderzo, dibujante, y Goscinny, guionista (los Lennon McCartney del cómic francés). Pero en 1977, con la muerte del segundo, acabaría la mejor época de la serie. Con la ausencia del que también fuera guionista de otros personajes clásicos como Lucky Luke o Iznogud, que anhelaba por encima de todo ser califa en lugar del califa, los nuevos albumes perderían parte de su encanto. Aunque, claro está, esto es una opinión personal. A partir de entonces, Uderzo se encargaría del dibujo y los guiones de las nuevas novela gráficas del héroe galo. La cosa, repito, perdería bastante a partir de entonces.

Hace poco seguro que han escuchado la noticia acerca del nuevo álbum que el próximo 14 de octubre (mañana mismo, como aquel que dice) verá la luz. En castellano se titulará El cielo se nos cae en cima. Y, por lo visto, tendrá la misma portada que el primer título de la colección. Por lo que se ha especulado sobre que éste pudiera ser, por fin, el último libro de Astérix (como si de una gira de los Rolling se tratara). Hace cuatro años, en 2001, se publicó Astérix y la Traviata. Con todos mis respetos, siento ser pesado con esto, los últimos números de este dinosarurio del noveno arte son infumables. El nuevo me pega que seguirá por esta senda de decadencia argumental. Pese a que el dibujo sea una maravilla, Uderzo nunca hilará tan fino como Gosciny, que era todo un artista del humor. Aún así, el que esto escribe se comprará el libro. Porque, a estas alturas, tampoco es plan de tener una colección coja.

A parte de los albumes, se han publicado una serie de libros dirigidos a redondear Astérix como universo y, de paso, incrementar por la cara las cuentas corrientes de los autores y editores. Entre estos destacaría uno publicado hace un par de años, Astérix y lo nunca visto, que recoge un puñado de historietas publicadas en las páginas de Pilote y alguna que otra rareza ajena a las series regulares de este mítico tebeo.

El propósito de este post, en fin, es el de reseñar algunos gloriosos albumes de Asterix. Pero no es ésta una lista de isla desierta al uso. Con la pretenciosidad que caracteriza a este blog, he elaborado una lista pertinentemente categorizada de seis ejemplares imprescindibles. Además, como no, de reivindicar este personaje que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar. Sentimentalemte, Astérix siempre será mi primera gran colección de cómics. Las portadas adjuntadas, por cierto, corresponden a la versión polaca de los números de Astérix. Aunque la cosa tiene su gracia, ya conocéis mi compromiso diario con el humor, he escogido éstas porque son las cubiertas de mayor calidad que he encontrado buceando por websites del mítico galo. Aunque ya lo he comentado alguna vez, lo repito. ¡Qué pena de escaner!

(El resto de este post no está indicado, en un principio, para lectores ajenos al universo Astérix que quieren iniciarse, porque nunca es tarde, en estas hilarantes aventuras. Se destapan algunas sorpresas de algunos libros. Así que, si piensan seguir leyendo, allá ustedes)


De viaje: Los viajes que el pequeño galo ha protagonizado en compañía de su inseparable Obélix, son una de las características clásicas en la serie de aventuras de estos héroes celtas. Esta mítica pareja recorrido muchos pueblos sitos en la época imperial romana, que, por supuesto, tienen constantes reflejos y guiños humorísticos en los países contemporáneos en los que se inspiran. En ese sentido, los guiones de Gosciny están impregnados de un entrañable costumbrismo que hace las delicias de los lectores de risa fácil, como el que esto escribe. Al ser esta categoría la que más referencias abarca, ustedes comprenderán ésta ha sido la elección más difícil. Aún así, mi elección es Astérix en Bretaña (1966). Seguido muy de cerca por Astérix y los Godos y Astérix en Córcega. Bueno y en Helvecia, Astérix y Cleopatra...

Pese a que muchos de ustedes seguramente discrepará con esta elección, el viaje que la pareja de galos emprende hacia las islas británicas, resulta paradigmático en cuanto a las virtudes que suelen salpicar los viajes pergeñados por Uderzo y Goscinny. En primer lugar, la historia está salpicada de guiños humorísticos acerca de los estereotipos más clásicos del inglés de toda la vida. Los británicos del universo Astérix son tipos de educación exquisita, que disfrutan con las bebidas tibias, la comida cocida (la mala comida, vaya) y los deportes locales (como el rugby). Además, hay referencias a los Beatles (que por aquel entonces eran más populares que Cristo), a la construcción de un túnel que atravesara el canal de la Mancha, al rotativo The Times...
La historia, de sobra conocida, es la siguiente. Buentorax, primo de Astérix de origen inglés, acude a la aldea de su familiar para pedir ayuda en la lucha que su pueblo mantiene contra los romanos. El druida Panorámix no dudará en preparar un barril de su conocida poción mágica para echar una mano a sus vecinos insulares en su lucha contra los invasores. Entre las 42 deliciosas páginas de este álbum no faltará de nada. Ya que el ejército romano, como no podría ser de otra forma, descubre el propósito de los galos, las milicias imperiales tratarán de detener a los insurgentes por todos los medios. Esos majaretas de los romanos fracasarán, por supuesto, una y otra vez, con tronchantes consecuencias. La más hilarante de todas, quizá, tiene que ver con una peculiar cata de vinos.



De comida: Otra de las constantes en la obra del tandem Uderzo - Goscinny tiene que ver con su especial relación con la gastronomía. No en vano, todos los números acaban con el ineludible banquete de celebración. Y los jabalíes hacen las veces de secundarios, por ser la piedra angular de la dieta de los habitantes de la irreductible aldea gala. De hecho, no hay nada peor que leer un libro de Astérix con hambre. Aunque deben de saber que les habla un tragaldabas de primera división. Pero las referencias a la comida son constantes. Obélix, igualmente, es un glotón de los buenos. Y, dentro del mentado costumbrismo que se despliega en cada uno de los viajes de la pareja de celtas, se hacen referencia a platos y costumbres culinarias típicas de los pueblos visitados.

En este caso, el libro que mejor abandera esta categoría, en mi opinión, es La Vuelta a la Galia (1965). Como suele ocurrir al comienzo de muchas de las aventuras, algún preboste romano, deseoso de ganarse los favores del César, viendo la imposibilidad de imponerse por la fuerza, diseña un plan para minar la moral de la inaccesible aldea gala. Concretamente, planea levantar una empalizada que aisle al pueblo. Cabe recordar que sólo cuatro años antes de la publicación de este cómic se había levantado el muro de Berlín, ese icono del siglo XX.

Como de costumbre, los galos vencerán las pretensiones romanas con la astucia que caracteriza a su protagonista. Ayudados, claro está, por la fuerza bruta que les proporciona la mágica poción que elabora el sabio Panorámix. Astérix, poniendo de relieve que la Galia es su país y por lo tanto pueden ir donde quieran, apostará a que será capaz de traer un producto típico de cada región de su país para celebrar un banquete y salir indemne en el intento. El romano jefe se comprometerá a levantar la empalizada si Astérix cumple con lo pactado. Y, como se imaginan, los protagonistas volverán a ganar. Ayudados, eso sí, por galos de todas las regiones, pertinentemente caricaturizados, ahondando en ese costumbrismo del que hemos hecho mención. Para el banquete final, los habitantes del pueblecito disfrutarán de jamón de Lutecia, caza de Camaracum, vino de Cortorum, salchichas de Toulouse, salchichón de Lugdunum, ensalada de Niza, Bouillabaisse de Marsella, ostras y vino de Burdeos. Casi nada.



En el pueblo: Si bien hemos dicho que una de las constantes en las aventuras de Astérix es su carácter nómada, también hay un buen puñado de números ambientados en el pueblo galo. En estos, normalmente, la aldea se ve amenazada a cuenta de alguna sucia estratagema romana. Muchas de las veces, los romanos se abrazan al viejo dicho de "divide y vencerás". Cuando no es directamente la poción mágica, fuente de la sobrehumana fuerza que atesoran los galos, lo que corre peligro. Así, en El combate de los jefes, como el druida ha perdido la cordura por un impacto de menhir, los romanos convencen a un jefe de una romanizada aldea gala para que rete a Abraracurcix, el jefe galo por antonomasia, a un combate cuyo ganador se convertirá en poseedor de la tribu del otro. Pero éste es sólo un ejemplo. Como también lo son Obélix y compañía, La residencia de los dioses, La cizaña o El adivino. Grandes libros, todos ellos.

Pero, en este caso, he elegido El regalo del César (1974) como paradigma de esta categoría. Que no es el más divertido de los enumerados, por cierto. Pero su interés radica en los tejemanejes que tienen lugar en la aldea con motivo de una inesperada visita. Todo comienza cuando el mismísimo Julio César hace entrega de un regalo de dudoso gusto a un soldado borrachín, que ha tenido a bien proferir improperios contra su nombre a pie de barra. El regalo se trata de un título de propiedad de la irreductible aldea gala. Más que un regalo, un escarmiento, claro está. El soldado cambiará el regalo del César por vino. El tabernero y su familia decidirán cambiar sus vidas y hacer uso de ese trozo de mármol que les acredita como propietarios del pueblo costero de la región Armórica.

Los habitantes de la aldea dejarán que la nueva familia se acomode en el pueblo después de reírse a gusto, como no, de la pequeña broma de su buen amigo Julito César. Con la llegada de estos forasteros, que abrirán la primera taberna local, se cuestionará la autoridad de Abraracurcix. Pues la madre de la nueva familia se empeña en que su marido se presente a jefe de la tribu. Divididos por sus rencillas cotidianas, los habitantes del pueblo desplegarán, a partir de entonces, truculentos juegos de interés que llevarán a un enfrentamiento total entre ellos. En plena contienda electoral, con debate entre candidatos incluído, los romanos tratarán de aprovechar la coyuntura para apoderarse, por fin, del pueblo. Como ya saben, una vez más no lo harán.

Y, con esto, acabo por hoy. Mañana, la segunda y última entrega que recogerá otros tres álbumes de Astérix categorizados, como manda Tutatis.

8.10.05

Autos Locos

(Narrado por el ilustre comentarista mejicano Winston José Gutierres Pacheco)


Y aquí están de nuevo... El más osado grupo de pilotos de carreras en sus... ¡AUTOS LOCOS! Compitiendo en las carreras más peligrosamente divertidas de la historia. Ya se acercan a la línea de salida...



En primer lugar viene Pedro Bello en su Superheterodino.



Brutus y Listus en su Troncoswagen.



En tercer lugar el Super Chatarra Especial.



Y en cuarto, la Antigualla Blindada guiada por Mafio y sus pandilleros.



Y ahí va ese super cerebro, el profesor Locovich en su Autoconvertible.



Y ahí está la hermosa Penélope Glamour. La chica cuya belleza no necesita aditivo.



La siguen los hermano Macana, Piedro y Roco.



Detrás de ellos viene el Espantomóvil con los Tenebrosos.



Y, en seguida, el Stuka Rakuda del barón Hans Fritz.


Con el número ocho el Alambique Veloz de Lucas y el Oso miedoso.


Y, ahora, ya se acerca el Super Ferrari, conducido por ese par de malosos Pierra Nodoyuna y su diabólico perro Patán....

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Visita la entrada de Autos Locos en la versión española de Wikipedia.

7.10.05

Píxeles: absurda reflexión sobre el arte, la cultura popular, los juguetes y el miedo a crecer


Píxel ya aparece en el mismísimo diccionario de la real academia, resquicio de virtudes castizas y conservadoras de esta España nuestra. La definición de este anglicismo reza de la siguiente manera: "Superficie homogénea más pequeña de las que componen una imagen, que se define por su brillo y color". La palabra píxel, tal y como yo la entiendo dentro de este post, se refiere a cada uno de los puntitos que conformaban los gráficos de los viejos videojuegos, de aquellas recreativas donde alguna vez nos dejábamos la paga semanal. Qué míticas, por cierto, las salas recreativas donde la gente un poco mayor que tú empezaba a fumar, donde confluían todo tipo de elementos ávidos de vicio, encontronazos violentos con sujetos similares y, por extensión, respeto. Muchas pandillas macarras de muchas ciudades y pueblos se confirmaron, estoy seguro, en aquellas salas recreativas que, poco a poco, fueron perdiendo la popularidad de la que gozaron a principios de los 90. Aunque, claro está, supongo que muchas seguirán sobreviviendo muy dignamente. Hace mucho que un servidor no se pasa por una de ellas, pero las máquinas, para nada seguirán siendo las de antes. Los videojuegos de tres dimensiones se han impuesto en los formatos caseros y en las maquinitas de toda la vida.

Actualmente el píxel es la materia prima con la que muchos artistas crean sus pequeñas obras de arte. Como éstas que he robado en la web de eBoy, un colectivo de artistas alemanes que llevan trabajando y reivindicando esta peculiar estética desde 1998. Si les interesa esta disciplina o si sienten nostalgia de aquellas máquinas de las que daban tres vidas por una moneda de 25 pesetas, de aquellas gordas plateadas, visiten su web. Recreaciones de ciudades, vehículos, aeroplanos, edificios, bodegones muy pop que simulan rostros, juguetes, retratos de personajes populares... ¡El paraíso de las dos dimensiones!



Particularmente, me parece fantástica su concepción del paisaje urbano. Las ciudades eBoy son un conglomerado de rascacielos, edificios imposibles, marcas comerciales y demás iconos futuristas y contemporáneos. Si amplían las imágenes podrán apreciar la cantidad de detalles de cada uno de los trabajos. Los dibujos están superpoblados, sobrecargados; como las míticas páginas por donde el bueno de Wally andaba perdido. La sobrecarga de detalles, supongo, forma parte de esta particular cultura del píxel. Puede apreciar, además, que muchos de los edificios o coches que podemos disfrutar por separado, aparecen luego integrados en las junglas urbanas de puntitos. Se pueden imaginar el proceso de elaboración. Las ciudades, los paisajes se crean por separado, como si fuesen piezas que vayan a formar parte de algún engranaje. De esta forma, este colectivo trata de conseguir que toda su obra tenga cierta homogeneidad.



Puestos a buscarles influencias, aparte de los mentados videojuegos clásicos, hay bastante parecido entre algunas de sus figuras y los míticos juguetes Lego. Seguro que muchos de ustedes pasaron las horas muertas de su infancia trasteando con las piezas de aquellos estupendos juguetes montables y desmontables. Un servidor tenía el aeropuerto de la mítica marca de juguetes nórdicos. Aunque también recuerdo unas cuantas naves espaciales de Tente que calleron en algún cumpleaños. Los píxeles, por aquel entonces, eran piezas cuadradas de plástico. Se podían tocar, juntar como se quisiera. Se podían morder y tragar. Cuántos compañeros creyeron morir de asfixia cuando a alguna de aquellas diminutas piezas les dio por alojarse en sus tráquea.

De hecho, al pasear por las numerosas imágenes recogidas en la página de eBoy no se puede obviar la influencia en sus dibujos del juguete como concepto. ¿Hace cuánto no se compran un juguete? Quizá no haga tanto tiempo. Seguro que, como yo, ya están hartos de oír manoseadas expresiones como "infantilización" o "síndrome de Peter Pan", en referencia a las conductas de las jóvenes generaciones occidentales. Los videojuegos, muchos de ellos dirigidos a un público adulto, facturan al año ingentes sumas de dinero que superan a los ingresos de muchas discográficas importantes. Creo que no sería descabellado decir que este tipo de creaciones artísticas reivindican, en cierto sentido, la memoria de las generaciones que hemos crecido con el televisor como referencia de las conductas, la moral y el mundo exterior. A grandes rasgos hablo de la cultura popular derivada de la sociedad del bienestar. La que lleva a que los jóvenes occidentales, a falta de conflictos bélicos o grandes traumas generacionales a los que hacer frente, se preocupen por su mundo interior, profundamente deformado por estas representaciones de la realidad habidas en el cine, la televisión o los videojuegos. Sé que mezclo muchos conceptos con bastante poco gusto, pero quería esbozar, de alguna forma, la intentio autoris de estos artistas de las dos dimensiones.

Mauro Entrialgo (otro artista de las dos dimensiones), por poner un ejemplo, es uno de esos tipos que sabe muchas veces clarificar en una sola viñeta de sus cómics, ideas que pululan al libre albedrío por mi desordenada cabeza. En una de sus páginas de Ángel Sefija, concretamente la que sirvió para ilustrar la sección "los autores vistos por sus personajes" incluída en el número especial 25 aniversario de la revista El Jueves, Mauro nos revela el porqué de su conocida aficción por el coleccionismo de juguetes. En sus palabras, los colecciona "porque su cerebro lo habitan conceptos como: arte bruto, cultura popular, diseño o, sobre todo, miedo a envejecer". Estos conceptos creo que podrían ser extensibles a mucha gente coetánea al autor gazteiztarra. Y en fin, no sólo coetánea, sino todos estos despojos, entre los que me incluyo, que han configurado un universo interior plagado de iconos y conceptos basuriles que nos han llevado a que, quizá sí es verdad, crezcamos con una mentalidad infantil (a falta, tal vez, de verdaderas experiencias traumáticas que nos hagan madurar). Conceptos que, igualmente, imagino que compartirán los miembros del colectivo de pixeladores eBoy. Pero, como saben, uno no es el más indicado para hablar de conceptos tan amplios como la cultura popular. A su disposición tienen nuemerosos blogs que cuidan este concepto con mucho más conocimiento de causa. Uno juega a ser sociólogo sin tener ni puta idea. Quizá sea por culpa de haber vivido años entre ellos.



Si les interesan los píxeles, aunque imagino que la conocerán, deben visitar Oink! Una página muy simpática donde, entre otras muchas cosas, están elaborando una ciudad pixelada donde se puede colaborar.

Tampoco puedo dejar de mentar, ya que hablamos hoy del píxel como vía de expresión artística, ese excelso programa conocido como MAME, donde unos generosos freaks llevan un tiempo mejorando un programa que simule, con la mayor fidelidad posible, todas las máquinas recreativas que puedan imaginar. Seguramente, si ustedes fueron alguna vez "jugones", ya se hayan descargado este programa. En ese caso, ya me podrían explicar cómo coño se pone en funcionamiento, porque he jugado en ordenadores amigos, pero ahora que lo he descargado en el mío no sé cómo funciona el tema ese de las Roms o como demontre se llamen esos dispositicos. Pero bueno, sólo les digo que, por lo visto, acaban de sacar una nueva versión. Y, aparte de como entretenimiento, se puede disfrutar del mentado programa como si de un museo se tratara. Tiene todas las máquinas míticas. Todas en las que se dejaron alegremente sus cuartos. Echar una moneda es tan fácil como pulsar el F5. Siendo así de fácil, la cosa pierde su gracia. Eran muchas más intensas las sensaciones cuando te estabas jugando tu dinero. Pero, de todas formas, está bien apreciar otro de los timos a los que nos vimos sometidos en nuestra infancia. ¿Se acuerdan de aquella mítica expresión: yo me llego a la quinta pantalla con cinco duros? Pues bien, ahora que se puden pasar en su cuarto todas aquellas recreativas se darán cuenta de que los putos videojuegos eran imposibles de pasar siquiera con una de aquellas monedas, ya extintas, de quinientas pelas. ¡Las últimas pantallas son jodidísimas! Bueno, que yo siempre he sido un patán en temas de videojuegos, pero ya les vale a los programadores de estos históricos entretenimientos electrónicos. Cuántas gominolas nos han negado por hacernos gastar el dinero en sus máquinas del infierno. Cuánto vicio nos han inculcado.


De un plumazo hemos mezclado, ya ven, píxeles con difusos retratos generacionales, cultura popular y anécdotas del tres al cuarto. Pero mi intención es, sobre todo, que se acerquen por las páginas enlazadas. Y, de paso, colgar en este humilde trastero de ideas estas fantásticas ilustraciones, a mi juicio, con las que, de alguna forma, me siento ligeramente identíficado y realizado. Como cuando era pequeño y veía una película de, por ejemplo, Robin Hood y después jugaba con mis clicks de playmobil a recrear aventuras del noble ladrón inglés; ahora veo estas imágenes y me entran unas ganas terribles de ponerme a aprender y a diseñar mis propias ciudades píxel. Ya ven que el que esto escribe también se considera un niño demasiado grande. Ya les decía en el anterior post que, entre mis primeras descargas mulescas, se encontraban una selección de series que me recuerdas a mi etapa más jovial y despreocupada. (¡Qué grande el Coyote y los Autos Locos, hablando de todo un poco!)

No sería justo dejar de mentar el ejemplar número 10 de la revista Belio, especial juguetes (publicado a principios del 2003), donde se hace una entrevista al colectivo eBoy. También en el mismo número viene recogida una interesante entrevista que Borja Crespo le hizo a Entrialgo. Si tienen oportunidad de leerla, les diré que Mauro deja mucho más claro que un servidor ciertos conceptos que vagamente han sido tratados en este post. Y, bueno, ya que hoy hemos violado unos cuantos derechos de autor, me despido con unas frases extraídas del prólogo del mencionado "especial juguetes": "Los juguetes mantienen la esencia de lo que fuímos, encierran dentro de sí algo que no deberíamos perder nunca: La ilusión, los sueños, la ingenuidad... Recuerdaselo a tus amigos, a la gente que más quieras... regálales algo bonito e inservible, regala sueños e ingenuidad... regala juguetes!!!" Amén.

6.10.05

Rutina desempleada y noctámbula


(Este texto estaba listo para ser colgado anoche, a eso de las dos y media, tres de la mañana. Pero blogger estaba echando una siestecita a esas horas…)

Este blog no pretende ser personal. Más que nada, porque uno no tiene una vida demasiado emocionante ni demasiada gracia contando anécdotas. Pero les he de revelar que estoy pasando por una fase de transición. Y hay tres detalles que, a día de hoy, marcan la rutina de esta etapa. Uno, que he pasado a engrosar las listas de la mayor empresa estatal... (ya conocerán e chiste)... estoy en paro. Pero como soy nuevo en este trabajo, es como si estuviera de prácticas y no cobro. Dos, que he vuelto al redil paterno lejos de los lugares donde los últimos cinco años anduve perpetrando mis chanzas. Y tres, que mis padres han puesto ADSL en casa.

Este último detalle de mi etapa matiza alegremente mi existencia en dos sentidos. Por una parte, puedo bucear con total libertad por la blogosfera y, de paso, hacer cosillas por aquí con total comodidad. Los tiempos de cibers y subterfugios del mismo rasero me parecen, ahora, el mesolítico. No saben ustedes que angustia el tratar de guardar en el mp3 blogs para leer en casa y estar, a la vez, pendiente de colocar unas imágenes en la puta plantilla del blog, pensando en la factura del garito y en la triste existencia de un tipo que pululaba por allí. El buen señor, siempre con barba de tres días, se pasaba allí las horas bebiendo cervezas, fumando ducados y consultando, sin ningún pudor, el a b c del porno en internet. En realidad, él siempre me hizo sentirme menos desplazado en aquel antro lleno de adolescentes hablando por el Messenger con algún colega, que seguramente estaría en su casa, a 500 metros del mismo ciber.

Por otra parte, que ya empiezo a irme por las ramas, el tener línea de ADSL me ha permitido conocer por mí mismo las bondades de ese polémico espécimen equino que reparte gratis benditos pedacitos de cultura, de la que tan necesitado estoy en estos tiempos difíciles. Papa Noel existe, amigos. He vuelto a creer. La noche que me fui a la cama después de mi primera sesión de mula fue lo más parecido a revivir aquel mordisco de estómago que caracterizaban las noches de reyes cuando era todavía un cachorro. Pero este rey equino, este purasangre, trae regalos todas las noches. ¡Te hayas portado bien o no! Te traería regalos aunque fumaras crack y sólo hablaras con la palabra puta. Dios bendiga el asno y la yegua que crearon ese generoso y sabio ser.



Estos son días de gran revuelo. Estamos matando a la música y al cine. O quizá, tan solo, a su red empresarial. Es bastante pretencioso asumir que la música o el cine, como artes, acaban donde sus respectivas industrias. Aunque, por lo visto, también estamos quitando el pan al noble vendedor de música al por menor. Y a los transportistas que llevan cargamentos de Cds al Eroski. Puede que tengan razón. Y a falta de una postura clara al respecto, a estas horas de la noche, de momento sólo diré que invoco a Satanás cada vez que veo a Teddy Bautista enrarecer el ambiente con sus homilías en televisión.

Pero, para que no se vayan de vacío, les enumeraré mis primeras peticiones a este semidios animal, que todo lo sabe, todo lo tiene y que, como el mismísimo Jesús en sus etapa de Belén, tanto da que hablar para bien o para mal. Estos hallazgos que hasta ahora no había encontrado en tiendas de discos, bibliotecas o discotecas amigas (o que no me había dignado a comprar) espero que influyan, positivamente, en el futuro más cercano de este blog. Ahí va mi primera carta al Olentzero del siglo XXI.

- 24 Hours Party People: La película de Winterbottom que recrea los días del Madchester. Es una película a la que tengo cariño y que me servirá para ilustrar algún post relacionado.

- Varias recopilaciones homenaje a los Beatles. Concretamente de dos discográficas muy míticas en lo que a música negra (Música con mayúsculas) se refiere. Trojan y Motown.

- Los capítulos de la primera temporada de la teleserie A dos metros bajo tierra (Six feet under). Si no la conocen, la están reponiendo en La 2. Con pésimo gusto por parte de los programadores, como muchas veces suele pasar. La echan los sábados a las 22:30. Y la serie no es, por así decirlo, un incentivo si se tiene pensado salir a echar unos relajantes y merecidos tragos. Para eso, recuerdo, que mucho mejor venía el casposo y cejijunto Show de los Records. Copresentado por ese todoterreno que todo lo jode con su sola presencia llamado Manu Carreño, la siempre ligera de equipaje del vestir Mar Saura y un tipo inglés llamado Mike, creo, que ejercía de representante objetivo de esa magna organización literaria encargada del anual libro Guiness de los records. Por cierto, si usted no vive en un sitio sin canal autonómico no se molesten en visionar A dos metros bajo tierra. Porque se encontrarán con un partido de fútbol, que parece que tiene algo que ver, pero para nada. De todas formas, no les recomendaría que comenzaran a verla porque está bastante avanzada y se les escaparían muchas cosas.

- Un vídeo de Magic Johnson a petición de mi progenitor, que es el principal benefactor de esta herramienta de comunicación.

- La película Cuando fuímos reyes (When we were kings) que recrea la mágica semana que la prensa mundial vivió en el corazón de África a expensas de la celebración del histórico combate entre Muhammed Alí y George Foreman.

- Un paquete de capítulos de reseñas nostálgicas. Como Bola de Dragón, el correcaminos o la excelsa Los autos locos.


Mención aparte merece el exquisito directo del trío formado por Paco de Lucía, John Mc Laughlin y Al Di Meola, Friday Night in San Francisco. El señor Dr.Benway ya ha recibido mis más sinceros agradecimientos por una recomendación tan vital. El señor Horrorscope, todo sea dicho, la refrendó efusivamente. Gracias a usted también, amigo. Me voy a bajar también, que tengo curiosidad, algún capítulo de la teleserie Daria. Mr. mycroft habló de ella hace un tiempo a propósito de su parecido con el estilo de Dan Clowes. Además de los vídeo de Pulp que viene reseñando en su blog.

Así que les dejo, rogándoles que perdonen este entusiasmo casi adolescente. No sin aprovechar la ocasión para pedirles que me dejen alguna recomendación. Es una oportunidad fantástica para ampliar mi espectro cultural, que buena falta me hace. Y, bueno, me largo. Que si me he enrollado tanto es porque estaba, sin más, haciendo tiempo aguardando unas descargas que ya han finalizado, y ahora me voy a la cama. Voy a dormir mucho más tranquilo.

4.10.05

¿Se acuerdan de Plácido?

Sí, ya sé lo que están pensando. Hablar de un reonocido clásico del cine español con mayúsculas un día después de mi ensañamiento de ayer con Torrente 3 puede resultar, cuanto menos, un tanto pretenciosillo. Pero no se me alboroten, todavía no me he apuntado al movimiento gafapastista. Aunque reconozco que el que ayer, creo que por primera vez, se hablara de cine español en este humilde trastero de la virtualidad, es una buena excusa para mentar la que, desde hace poco, ha pasado a ser una de mis películas favoritas.

Digo desde hace poco, porque hará cosa de tres o cuatro semanas que me enfrenté, por primera vez, al visionado de Plácido. Mis lagunas en cuanto a cine español y clásico son enormes. Aunque ya había tenido la oportunidad de ver las obras más reseñables de ese valenciano ilustrísimo que es Berlanga. En su día Bienvenido Mr. Marshall, El Verdugo o la Escopeta Nacional, que suenan como más tópicas que otras, me emocionaron y me hicieron reír a carcajadas. Pero Plácido, que calló en mis manos inesperadamente, me ha resultado tal delicia que, como imaginarán, este post estaba ya entre la carpeta de borradores. Eso sí, no esperen que les venga con el rollo de que el cine de antes era mejor, ni esas historias. No pretendo hacer ninguna comparativa con las producciones actuales. Esa no es, todavía, mi guerra. Plácido es, simple y llanamente, una pequeña obra maestra de esas que jamás muestran las arrugas que supuestamente debiera haberle impuesto el paso del tiempo.


“Siente un pobre en su mesa”. Ese es el eslogan que rezan las pancartas, carteles y pasquines que envuelven una pequeña ciudad de provincias el día de nochebuena. Un día de nochebuena cualquiera en España a finales de los cincuenta, principios de los sesenta. El tiempo dramático transcurre, por cierto, en un solo día. Las señoras y señoritas de la ciudad, con todo lo que tales apelativos denotaban en aquel entonces, han tenido la brillante idea de envolver esa mágica noche con un halo solidario. Cada familia que lo desee podrá sentar a un desarrapado (nótese el componente clasista y despectivo de la palabra pobre) en su mesa familiar y agasajarlo con una opípara cena. Todo un ejercicio de engañosa solidaridad entendido como símbolo de estatus para las familias pudientes más que como un mero acto para que cada uno limpie su conciencia. No sé que es peor. Pero se puede uno imaginar a las “señoras” comentando orgullosas la jugada en la misa del gallo. Contando lo bien que les ha comido “su pobre”, lo bien que lo ha pasado y lo fantástico que, al final, ha resultado todo.



Entre todo este lío, el bueno de Plácido tiene que pagar, justo ese día, la primera letra de su flamante motocarro. Y, además, participar con su vehículo en la cabalgata programada ex profeso como acto inaugural de la mentada campaña “Siente un pobre en su mesa”. Y, como ya habrán intuido, nuestro protagonista no es precisamente de los que esa noche va a sentar un pobre en su mesa. Más bien va a sentar a cinco o seis pobres, él incluido.

Cassen es el encargado de dar vida magistralmente a Plácido. Muchos años después le pudimos disfrutar en el papel de cura de aquel anárquico pueblo retratado por Cuerda en Amanece que no es poco, otra de las cumbres de nuestro cine, en mi opinión. Aunque me consta que ha participado en muchos más filmes, estos son los dos que recuerdo. Por cierto, que ésta fue para él su primera película. Tengo entendido que Cassen era un conocido cómico antes de pasar a la historia como Plácido. Hizo sus pinitos interpretativos en el teatro y en el circo.


Además, otra buena serie de actores se dejaban ver por las calles de esa ciudad donde Berlanga sitúa su peculiar cuento de navidad. Entre ellos destaca José Luis López Vázquez, que forma parte de la comitiva que organiza la inefable campaña. Pero también una larga serie de típicas caras del cine español de entonces. Ya saben que el cine “de aquí” siempre se ha caracterizado por repetir el mismo plantel de actores película sí, película también. Así, aparecen míticos como Amparo Soler Leal, otro valenciano ilustre Antonio Ferrandis (Chanquete siempre en nuestra memoria) o Manuel Alexandre. Éste último, por cierto, uno de mis favoritos, por ser uno de los fundadores de esa escuela de actores españoles que hoy abandera mi paisano Resines y que hace poco perdió a ese grande que era Agustín González, también éste aparece en el filme, por cierto. El mítico Manuel lleva toda una vida ahondando en un mismo papel que alcanzaría su cumbre en la sitcom cañí Los ladrones van a la oficina, donde también recordarán a Agustín. También merece una mención un secundario de secundarios. Ese clásico gallego del cine de la época, Xan das Bolas. Por no hablar del sublime Luis Ciges, también en el reparto.



Plácido también es una película histórica debido a que es la primera cuyo libreto firman a medias, el propio Berlanga y todo un grande como Rafael Azcona. Desde luego, el guión no tiene desperdicio. Como no lo tiene tampoco la genial realización del valenciano. Dentro de la aparente simplicidad de la película se esconde un trabajo magistral. Berlanga rueda como nadie escenas llenas de personajes. Es un cine de cuatro dimensiones. Puro funambulismo cinematográfico lleno de planos secuencia, con un ritmo trepidante, que se suele decir. En algunos planos confluyen hasta nueve, diez, once, doce personajes. Es una película llena de gente donde no sobra nadie, al más puro estilo camarotesco-marxista, ustedes me entienden. Y está llena de chistes, de humor incorrecto. Llena de dobles sentidos y carcajadas aseguradas. No en vano, fue nominada en 1961 a los Óscars a mejor película extranjera.



Y tampoco faltan iconos de aquella España panderetil. Desde la burguesía que organiza la campaña a los pobres, pasando por el niño cantante con gorro cordobés, el banquero, el notario y el motocarro. Ese motocarro que tan bien simboliza, a mi entender, tantas cosas que por entonces pasaban. No me hagan mucho caso, porque soy demasiado joven para valorar aquellos años. Pero uno casi se toma estas magníficas películas, poco menos, como lecciones de historia.

Si aún no conocen demasiado del cine de Berlanga pueden empezar por ésta. Plácido es un incunable, una imprescindible. Lo mismo podría decir de las mentadas al principio. Pero a mí, particularmente, ésta me ha parecido más emocionante, hilarante y desconcertante (en su acepción más positiva) que cualquier otra. En el DVD que me pillé no se dejaba de repetir la misma frase impresa “la mejor película del cine español”. Yo a tanto no puedo llegar porque no he visto todas las películas de la historia del cine español. Pero sí me parece que es muy buena.



Más allá de la crítica política, del retrato de la hipocresía burguesa, o de la infame burocracia franquista es, sin más, una fantástica cinta. Puede ser todo lo intelectual que se quiera y se le pueden buscar mil lecturas. Pero, como otras grandes películas, sirven para disfrutar, sin más, de una tarde tirado en el sofá. Por mi parte, esperaré un tiempo prudencial para revisionarla. Y, de paso, pues eso, sacar nuevas lecturas, apreciar nuevos detalles y echarme unas risas. Les ruego que me recomienden más películas de Berlanga. Por mi parte, permítanme sugerir a los programadores de La 2 que cambien de una vez la manoseada Qué Bello es Vivir de la parrilla de nochebuena. Seguramente Plácido esté tan manoseada, pero dejen que los que pasan ese día con la única compañía del televisor echen un buen rato. Cuántos suicidios se podrían evitar.

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