!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> inter shitty 2073: septiembre 2006

inter shitty 2073

El blog las verdades relativas, las reflexiones estúpidas y las referencias idiotas. Donde las cosas se aprenden desordenadamente.

28.9.06

Terror en los ultramarinos


T.S. tiene todo planeado para el viaje a los estudios de Universal en Florida donde presumiblemente pedirá la mano de Brandi, su novia. Justo cuando el popular tiburón robótico spilgberiano salte del agua con sus mandíbulas abiertas. Una de las ideas más románticas que he oído en mi vida. Sin embargo, Brandi no puede cumplir su compromiso, pues tiene que sustituir a la chica participante en el concurso televisivo que su padre dirigirá esa misma tarde. La concursante original ha muerto la noche anterior haciendo largos en la piscina. A T.S. se le ocurrió comentar que las cámaras de televisión engordan diez kilos y, por lo visto, la pobre sufría de un terrible problema de sobrepeso en su niñez. Por supuesto, a T.S. no le hace ni puta gracia que el padre de su novia se salga con la suya y desbarate su esperado fin de semana en Florida. Brandi, harta del egoísmo de T.S, decide mandarle a freír espárragos. Pobre T.S, sin viaje a Florida y sin novia.


El problema de René con Brodie, su pareja, es totalmente diferente. Brodie es, sin más, todo lo opuesto al romanticismo. No piensa en otra cosa que en comics, videojuegos y rascarse la barriga. Muchos de ustedes se preguntarán que qué es lo que eso tiene de malo. Pues bien, amigos, os contaré una cosa... a la mayoría de las chicas eso no les gusta. A veces, también les gusta hacer cosas más de chicas. Por eso Brodie, igual que su mejor amigo T.S, se queda esa misma mañana descompuesto, sin novia y con una lista de razones nada alentadoras en las que René explica los motivos de su decisión. A ningún macho cabrío como a Brodie le hace gracia que se le ataque a su masculinidad.



Una vez los dos juntos no se les ocurre otra cosa que pasar el día en su templo de ocio y placer, el centro comercial. Ellos son mallrats, las ratas del centro comercial. Adolescentes desmotivados, vagos y sin nada mejor que hacer que andar por ahí tocando los cojones de aquellos que casi pasan tanto tiempo en el centro comercial como ellos, los que allí trabajan. En una tarde inolvidable, la pareja de protagonistas tratarán de enderezar sus relaciones sentimentales en el destino de ocio preferido por el adolescente occidental. El centro comercial, ese centro social, templo del consumismo, donde uno se puede comprar un cómic, algo de comer, ir al cine, presenciar un programa de televisión en directo o, sin más, pasar la tarde haciendo el gandul con tus semejantes.


Mallrats fue la segunda película de Kevin Smith y ese factor fue uno de los mayores problemas con los que contó la primera película de estudio del director que estos días monografiamos en el 2073. Después de Clerks, hito del cine indie americano de los 90, críticos y fans esperaban ver en Mallrats el Pulp Fiction de Kevin Smith. Al contrario que a su compañero de generación Tarantino, para Smith su segunda película supuso un tropezón en su carrera. Porque Mallrats es básicamente diversión, un puzzle de chistes ambientados en el centro comercial, pilar maestro de la diversión de la muchachada yanqui. Una película de sobremesa o de noche sin nada mejor que hacer para echarse una risas en compañía de los colegas y también, si acaso, de alguna sustancia dopante. Mallrats en esencia es un monumento fílmico al tipo de personajes que retrata. Una película sin ambición ninguna. O con la única ambición de hacer reír (lo cual ya tiene mérito si se consigue).


La producción de los estudios Universal fue el otro gran problema con el que Smith tuvo que lidiar. El director nunca había trabajado con las exigencias de una productora que, por otra parte, estaba dispuesta a invertir seis millones de dólares en el proyecto (250 veces el presupuesto de su autoproducida Clerks). Para "intentar llegar al mayor número de gente posible" Smith tuvo que reducir el número de fucks y bajar el tono de incorrección que envolvía el guión. Además de pelear con uñas y dientes para conservar la participación de su amigo y pareja artística Jason Mewes (el Jay de Jay y Bob el silencioso). Universal no entendía la necesidad de meter un amiguete sin credenciales muy alejado de lo políticamente correcto. Smith tuvo que pagar las dietas de su colega hasta que la productora acabó cediendo. Su público jamás hubiera entendido que se hubiera sustituido a su "media naranja hetero" por cualquier otro actor.

La película fue un fracaso estrepitoso. En su primera noche se proyectó en 650 salas y facturó 450.000 dólares. El diagnóstico fue de siniestro total.



La estupenda presentación homenaje a las portadas de comics book de superhéroes, la participación del genial y por aquel entonces completamente desconocido Jason Lee o el divertido homenaje al final de American Graffiti al ritmo de Susanne de Weezer son algunos de los puntos más favorables en los que ahora puedo pensar para aquellos que vieron la película y les pareció un coñazo. A un servidor la cosa le hizo bastante gracia y la encuentra bastante educativa. Entre otras cosas nos enseña lo incómodo que es follar en la parte trasera de un Volkswagen. Además, en mi opinión, el guión funciona perfectamente para lo que pretende ser: una divertida película adolescente. Están los buenos, los malos, los colegas de los buenos, las chicas, el escenario y los típicos personajes que parecen sustituibles pero que desempeñan un papel importante en el desenlace. Como dijo mister horrorscope en los comentarios del primer post relativo a la filmografía de Kevin Smith, la película quedará pronto, si es que no lo está, desfasada; pero yo tampoco creo que me canse de verla. Por cierto, tampoco yo soy capaz de ver el puto barco de vela.

26.9.06

¿Quién no ha perseguido a Amy?


Chasing Amy (Persiguiendo a Amy en español) es probablemente la mejor película de Kevin Smith. Seguramente y aunque suene a tópico, sea hasta la fecha la más madura de toda su filmografía. Después del fracaso de crítica y público que cosechó Mallrats, película de la que hablaremos es el siguiente post de esta revisión, Smith quiso posponer el proyecto Dogma para el que ya tenía escrito el guión desde los tiempos de Clerks, pero para la que todavía no no se sentía preparado para filmar (necesitaba pasta para los efectos especiales).

Después del éxito que supuso para la crítica su modestísima opera prima (Clerks costó 27.000 dólares) y el completo fracaso de Mallrats (su primera "producción" al uso, con un presupuesto de seis millones), Smith volvió a sus orígenes de ahorrador. En un espectacular alarde de economía de medios, se sacó de la manga una bellísima historia de amor que consiguió rodar con un presupuesto de 250.000 dólares, una cifra irrisoria para cualquier director norteamericano con dos películas a las espaldas. Así, su filmografía ya había pasado por todas las fases posibles. Del espectacular consenso que elevó a Clerks como película de culto, a la debacle de Mallrats. Esta circunstancia le dejó un campo de acción mucho más abierto que con el que había contado en su segunda película. En sus propias palabras, ya no se podía decir nada peor de lo que se había dicho de Mallrats, ya no se esperaba nada de él. Por fin podía hacer lo que le diera la gana sin esperar reacción de ningún tipo.


El resultado fue sorprendente. Dentro de su habitual esquema fílmico, el nuevajerseytarra puso esta vez en primer plano la historia de amor. Esta vez mucho menos plana, mucho menos adolescente. De hecho, Chasing Amy narra un romance lleno de aristas, nada que ver con las comedias románticas al uso. Smith puso unos cuantos años mentales encima de su prototípica pareja de protagonistas masculinos. El infumable Ben Affleck (al que seguramente Smith regaló los mejores momentos de su carrera con esta película para la que, por cierto, bajó considerablemente su caché) y Jason Lee (que repetía el rol de amigo irreverente y charlatán de Mallrats) son respectivamente Holden McNeil y Banky Edwards, pergeñadores de los comic-books Bluntman y Chronic, nada menos que Jay y Bob reconvertidos en superhéroes fumetas de dos dimensiones.




La amistad de la pareja se pondrá a prueba cuando Holden se enamora de la dibujante de Rutina Idiosincratica Alyssa Jones. La señorita Jones está interpretada por la bella y semidesconocida Joey Lauren Adams, rubia y de preciosos ojos azules que quizá no entra dentro de los cánones de belleza rígidamente impuestos por el establishment made in USA. Ella será la Yoko Ono de estos Lennon y McCartney del cómic underground. En primer lugar, Banky se sentirá celoso al ver peligrar su monopolio sentimental con Holden, cuando éste empieza a dar muestras de interés por la chica. En segundo lugar, el factor de que Alyssa sea lesbiana asustará al personaje interpretado por Lee, de ciertos toques homofóbicos y un tanto corto de miras. Más allá, el propio Holden se sentirá cohibido ante el hecho de que su chica haya experimentado vías sexuales que él creía únicamente propias de las películas guarras que visiona junto a su amigote los viernes por la noche.


Con este trío sentimental, Kevin Smith indagará en la verdadera naturaleza del amor (esa que nadie puede determinar a ciencia cierta por mucho que la moral y la sociedad se empeñen en consensuar), en sus obstáculos y en los prejuicios que muchas veces despierta entre los que aman. Y también en el sexo, como simple placer mundano o como forma de mostrar el amor correspondido. Chasing Amy habla de los límites de las relaciones sentimentales, sus paradojas y sus dificultades. También de la amistad y sus incongruencias. Habla, en fin, del amor y de la vida, con una contundencia, sinceridad y serenidad impropias del cine norteamericano. Es una película que desnuda sentimientos con una falta de prejuicios digna de quitarse el sombrero. En mi humilde opinión, la película romántica contemporánea más sincera, descorazonada y reveladora hasta Eternal Sunshine of the Spotless Mind.

Como paisaje de fondo, como no podría ser de otra forma, el universo View Askew: las conversaciones sobre cómic, cultura popular y cultura basura, los amigotes del actor haciendo sus cameos de rigor, chistes de tetas y culos, la aparición estelar de Jay y Bob el silencioso, mucho más comedida que en el resto de sus películas y, como no, Nueva Jersey. No dejen de visitar, por cierto, este soberbio post de Eki Films (y más cosas), todo un paseo por la ciudad al otro lado del puente que queda retratada en esta película.

22.9.06

Haciendo amigos: En busca del chalet en la costa levantina

Este blog no es muy dado a la reseña de sus semejantes, ya que la barra de enlaces exclusivos que pueden ver a la derecha de la pantalla calla pero otorga. Esta vez, sin embargo, me veo en la obligación de alertar a mis millones de lectores acerca de la creación (hace un par de semanas) de la nueva bitácora del camarada Txolo.

Por lo visto, el canadiense Kyle MacDonald (de parentesco no reconocido con la famosa macrocadena de comida basura) consiguió mediante su blog cambiar un clip rojo por una casa. El juego se llama mayor o mejor. Esto es, se oferta un objeto que habrá de ser cambiado por un objeto de mayores proporciones o mayor valor mercantil.

Utilizando exclusivamente internet, Txolo tratará de llevar esta cadena tan lejos como pueda. De momento, ya ha cambiado una chincheta por una colección de 14 números atrasados de la revista El Jueves.

Si al final consigue el ansiado chalet en la costa levantina (como aquellos que regalaba el un, dos, tres), me ha prometido un fin de semana a base de cerveza y pinchos de ibéricos y de tortilla de patata refrescandonos en su vitual piscina de tamaño olímpico. Háganle una visita y valoren ustedes mismos. El link ya está entre los blogs enlazados. Quizá encuentren algo que les interese. Aunque, ya saben, lo tendrán que cambiar por algo mayor o mejor.

Por cierto, hoy ya no tengo tiempo para publicar el post de Chasing Amy, ustedes perdonen, pero es que uno se va a trabajar...

20.9.06

De Viaje IV: New Jersey

Aunque muchos en España ya habrán podido ver Clerks 2, en las islas británicas el gran público no podrá disfrutar de la secuela de la opera prima de Kevin Smith en pantalla grande hasta este viernes. Es por eso, que en esta cuenta atrás, se van a reseñar en este blog de opiniones manoseadas, las tres mejores películas del realizador de Nueva Jersey que un servidor ha visto hasta la fecha. Empezando por la más contemporánea de las tres Chasing Amy (cuyo post espero que caiga en breve) hasta Clerks, la piedra angular sobre la que Smith empezó a construir su universo fílmico. Pero antes quiero dejarles con una pequeña introducción.

En estos días se acusa a Kevin Smith de haberse encasillado. Después del sonado fracaso de su penúltima cinta, Jersey Girl, en la que se intentó minimizar lo posible los minutos en pantalla de Jennifer López para evitar el fracaso comercial (ésta acababa de romper con Ben Affleck, protagonista en la misma película), Smith ha intentado volver a sus raices con Clerks 2, la penúltima vuelta de tuerca a su particular universo de postadolescentes con miedo a crecer. Antes de saber de primera mano si Clerks 2 hace honor a su precuela, cosa que llevo dudando desde que me enteré de su existencia, las preguntas son inevitables. ¿Sufre Kevin Smith del conocido síndrome Resines? ¿Está intentando convertirse en un Woody Allen de la generación x? ¿Se le han acabado las ideas? ¿Es Clerks 2 una mera intentona para hacer caja? ¿Se puede ser original haciendo la misma película una y otra vez?

En los próximos post intentaré responder algunas de estas preguntas con su imprescindible ayuda, antes de acudir a la sala de cine a ver la última muestra de talento del norteamericano. Pero antes de meternos en labor y por si alguno anda perdido, dibujemos mediante unas pocas pinceladas el paradigma Smith para hacer cine. Plagiando al señor Spaulding, he aquí la receta para que ustedes mismos hagan su propia película de Kevin Smith.

Se necesita, en primer lugar, una pareja de actores jóvenes como protagonistas. Uno de ellos, el principal, debe ser racional pero inseguro. El secundario, preferiblemente encarnado por Jason Lee, debe ser el gracioso de la pareja y a la postre el más carismático de los dos. Su sentido del humor se basará en su descaro e irreverencia. Los dos deben ser tipos de veintitantos sin muchas ganas de asumir las convencionalidades de la vida adulta y es importante que sean aficionados al cómic, películas de ciencia ficción, teleseries canadienses, videojuegos de hockey y demás motivos pajeros. Sus diálogos se centrarán en estas malsanas aficiones y, en menor medida, en el incierto futuro al que se encaminan sus miserables vidas. Es imprescindible, también, incluir un par de historias escatologicas en las que algún pariente o amigo de los personajes principales ha cometido algun tipo de aberración sexual. Los diálogos, por cierto, deberán ocupar todo el metraje. No debe haber ni un minuto de silencio.

La historia de amor es necesaria. Por lo tanto necesitamos la chica o las chicas, en un papel preferentemente secudario. Más allá, el campo de secundarios lo completarán un puñado de frikis listillos amantes de los superhéroes, los porros, el porno, la Guerra de las Galaxias y los chistes de tetas, culos, pedos y pollas. Entre estos no pueden faltar Jay y Bob, la paródica pareja de amigos compuesta por el director (fumador compulsivo, con barba, gorra para atrás y gabardina negra) y un amiguete de la infancia que se interprete a sí mismo (verborréico fumador de porros obsesionado con el sexo). La locuaciadad del segundo será compensada con el mutismo del primero, que solo romperá su silencio para decir algo inteligente, lapidario o que caiga por su propio peso en el tramo final del filme.

Además, se ha de procurar enchufar al mayor número de amigos posibles para interpretar personajes de esos que sueltan un par de líneas. Algunos de estos, pudiendo tomar el rol protagonista, pueden ser estrellas del primer firmamento hollywoodiense que bajen su caché y todo con tal de hacerte un favor.

La película habrá de ser rodada en Nueva Jersey, ya sea integramente en una tienda de ultramarinos de la localidad o en uno de sus centros comerciales. Y recuerden, el sentido del humor es muy importante. Los chistes ya saben: la guerra de las galaxias, porros, el sexo de los superhéroes y, eso... tetas, pollas y culos... Kevin Smith.

(Actualizado 6/10/06) Visitar reseñas de Clerks, Mallrats o Chasing Amy.

15.9.06

Lecturas salvajes

Era otra desquiciante y aburrida jornada laboral. Domingo por la mañana. Odio trabajar los domingos por la mañana. A falta de unas tres horas para volver al hogar y desahogar mis penas haciendo algo realmente gratificante y enriquecedor, como escuchar música, leer algún cómic o echarme la siesta.

Otro domingo por la mañana en el lugar de trabajo. Y si trato de concentrar profundamente la vista en la esfera de mi reloj de pulsera, el secundero seguramente gire en el sentido contrario. Como en aquellas últimas clases del viernes en el instituto. Los domingos por la mañana no fueron inventados para estar trabajando...

Por casualidad, enfrascado en mi rutina de limpieza y alienación, encontré un libro. La costa de los mosquitos de Paul Theroux. Con el careto de Harrison Ford en la portada. Una de esas ediciones de bolsillo que buscan compradores entre todos aquellos que todavía juzgan un libro por la cubierta. Como si el adaptar una novela al cine diera mayor crédito a la obra literaria. Como si todos los libros que no han sido llevados a la gran pantalla no merecieran la pena.

Cumpliendo con mi cometido, me encaminé a objetos perdidos, una caja insondable de objetos que la gente olvida en las frías habitaciones de hotel (mi lugar de trabajo) llena de zapatos, prendas de ropa, gafas y (sobre todo) cargadores de móvil. Por el camino decidí echar un vistazo al libro. Porque uno no se encuentra un libro todos los días. Porque la gente no se olvida libros. Porque la gente ya no viaja acompañada de libros. Porque siempre merece la pena.

En la primera página encontré esta nota.



Así que hice caso. Cambié mi rumbo hacia la habitación de los empleados y guarde el libro en mi mochila. La mañana ya no era ni desquiciante ni aburrida y durante las tres horas que me separaban de la libertad no paré un segundo de pensar en el tesoro que me esperaba al volver a casa. Alguien había "olvidado" aquel libro para que otra persona lo encontrara y diera sentido a ese objeto hecho de papel y tinta. Por un momento me sentí parte Farenheit 451. Por un momento tener aquel libro entre mis manos me hizo sentirme especial, eslabón de una cadena de lectores clandestinos (porque las mejores lecturas siempre fueron las clandestinas).



Aunque ya había oído hablar hace tiempo de esta iniciativa, no me interesé por el bookcrossing hasta aquella mañana de domingo hace un par de semanas. Ahora sé a quién pertenecía antes este libro y cuál era su objetivo al dejarlo "olvidado" entre los cojines del sofá donde lo encontré: que alguien hiciera lo que el o ella no iba a ser capaz de hacer: leerlo.

Esta pequeña historia me ha hecho pensar con mayor profundidad en temas de los que se llevan hablando mucho tiempo en la blogosfera. Como la necesidad de desvincular la cultura y el capital y la de buscar maneras para acabar con la desfachatez de instituciones como la SGAE que pretenden tasar ideas, palabras, melodías... la cultura, lo que fuimos, somos y seremos.

El libro es una especie de ser vivo en constante estado de hibernación, de espera. Por eso, mi cometido será el de sacar a este ejemplar de La costa de los mosquitos de la siesta de estantería en la que lleva sumergido quién sabe cuantos años. Cuando acabe, lo volveré a dejar extraviado para que la cadena continue y los periodos de sueño no se prolonguen tanto como hasta ahora. Y, de paso, intentaré contribuir con esta idea "liberando" un ejemplar de 1984, mi libro preferido. Porque ya que he hablado de Farenheit 451, basta decir que este movimiento de libros clandestinos es una de las mejores ideas de las que ultimamente he tenido conocimiento que intenten rescatar nuestra civilización de la distopía a la que irremediablemtente parecemos encaminarnos.

Al fin y al cabo, debo hacer todo esto. Me encontré un libro que me ha hecho pensar sin haberlo leído todavía. Y, encima, me alegró una tediosa mañana laboral de domingo, cuando más lo necesitaba.

(Bookcrossing se autodefine como "la práctica de dejar un libro en un lugar público para que sea recogido y leído por otros, que más tarde hagan lo mismo". Si les interesa la idea no dejen de visitar su web.)

12.9.06

Termen ne mret


Hace unos días, en la redacción de este humilde y alucinado blog se revisionó Mars Attack!, la película de serie B con mayor presupuesto de todos los tiempos que alegremente pergeñó hace unos años el irregular, pero querido en esta casa, Tim Burton. Como es costumbre en este centro de sapiencia, al visionado de la película le siguió el pertinente coloquio en el que, cuchillo en boca, nos decidimos a destripar el filme al más puro estilo garciano. Sacamos la botella de whisky de debajo de la mesa, los diez cartones de Ducados y nos propusimos analizar milimétricamente esta controvertida superproducción.

Después de divagar sobre los vicios y virtudes de la obra más marciana de Burton, poner en un pedestal a Sarah Jessica Parker y elucubrar descafeinadas y manoseadas teorías de la conspiración sobre lo que podría pasar en la Tierra si nuestros vecinos planetarios decidieran visitarnos, hicimos hincapié (completamente ebrios a esas alturas) en la fantástica banda sonora firmada por Danny Elfman, músico fetiche de la escuela burtoniana. Buscando en la web, descubrimos que Elfman se valió del theremin, instrumento extraplanetario donde los haya, para crear el telón de fondo sonoro.



El físico ruso León Theremín (de nombre real Lev Termen) inventó en 1919 este curioso instrumento que produce sonido sin necesidad de contacto físico por parte del intérprete. El bueno de León definió el concepto como "música del éter", de ahí que el aparatejo en cuestión sea también conocido como eterófono.

El etéreo sonido que generaba trataba de emular el timbre del violonchelo, ya que su inventor además de físico era violonchelista. Y, en general, pretendía ser sustitutorio de orquestas completas. Todo ello sin el engorro de tener que manosear el arco y las cuerdas de un instrumento de cuerda de toda la vida.

El theremín más clásico se componía de una caja de la cual salían dos antenas, una vertical y controladora de la frecuencia y otra horizontal encargada de modificar del volumen. Si acercamos nuestra mano a la primera antena conseguiríamos una nota aguda que se volvería grave al alejar la pezuña. Con la antena horizontal pasaría lo mismo, cuanto más cerca estuviera la mano menor sería el volumen. El resultado era un sonido bien propio de los sintetizadores de nuestro tiempo.

El mismísimo Lenin quedó maravillado con el descubrimiento y envió a Theremín a Europa para mostrar el poder de la inventiva soviética. León llegó posteriormente a Estados Unidos donde tocaría su instrumento junto a la Orquesta Filarmónica de Nueva York, vendiendo un año más tarde la patente comercial de su producto a RCA.

En su etapa americana, León entró en contacto con genios como Einstein, que a la vez hacía sus pinitos con el violín, o Robert Moog, que partiendo de las ideas del ruso se consagraría como uno de los ingenieros de sonido más notorios de la historia de la música. Aunque Moog, ya saben, bien merece un post para él solo.

Después de continuar su trabajo en el campo del sonido y adiestrar a muchos músicos en el uso del theremín, León volvió a la Unión Soviética en 1938, donde acabó como prisionero trabajando para la KGB hasta 1956, año en que recuperó su libertad. Desde esta fecha hasta su muerte en 1993 a los 97 años, Theremín continuó trabajando incansable y apasionado en su invento estrella. El mismo que serviría para crear las atmósferas sonoras de Recuerda de Hitchcock, Días sin huella de Billy Wilder o películas de ciencia ficción como La Guerra de los Mundos de Haskin. Además, muchos músicos reivindicarían posteriormente el theremín como instrumento. Jimmy Page, por ejemplo, introdujo esta ruidosa máquina en versiones en directo del clásico de Led Zeppeling Whole Lotta Love.



Las músicas rusas Clara Rockmore, fallecida en 1998, y Lydia Kavina, ambas adiestradas por nuestro inventor del día, son dos de las virtuosas thereministas más reconocidas de todos los tiempos. El cineasta Steve Martin filmó, por su parte, el documental de 1994 Theremín, una odisea electrónica, biopic documental de este sabio del sonido.

Si tienen tiempo, les dejo este enlace en el que encontrarán información para construir su propio theremín. Además, este par de vídeos con encanto, en los que pueden disfrutar del poder de este instrumento, pionero de la revolución de la música sintética. En el primero de ellos, por cierto, es el propio León el que hace funcionar su maravilloso instrumento.



7.9.06

De Viaje III: La edad de la inocencia


Antes de convertirse en el multimillonario empresario galáctico que hoy todos conocemos, George Lucas, allá por los setenta, era un brillante y humilde cineasta que dejó para la historia del séptimo arte esa pequeña gran película que es American Graffiti. Un viaje nocturno por la América adolescente de principios de los sesenta, donde el emergente Rock´n Roll sonaba a todo volumen por los modestos equípos estéreo de los coches, pilar del divertimento juvenil. El licor, la música, las chicas y las carreras (muchas veces a muerte) solo eran complementos del cruising, un concepto de movida exclusivamente americano. Como el mismo Lucas explica, éste era "un ritual de amistad único en América que involucraba a los automóviles". Con la ruptura cultural que supuso el movimiento hippie y la paulatina desaparición del fenómeno, este barbudo decidió, en sus propias palabras, "documentar toda aquella experiencia generacional, que era la manera, en aquellos días, para conocer chicas y pasar el tiempo libre".


Viajamos hasta 1962, el final de la "última edad de la inocencia americana", como apunta la última frase de la sinopsis comercial de este imprescindible filme. Tres años antes Buddy Holly había muerto en un accidente de avión creando el primer mito del rock'n roll ("Nadie ha vuelto a hacer Rock'n Roll desde que murió Holly", se comenta en algún punto de la película). Aquel primer episodio de "la muerte del inocente" conmocionó en su día a una sociedad que, por aquel entonces, todavía vivía en el sueño del bienestar y lo políticamente correcto. Un año más tarde, el asesinato de Kennedy, que reavivó aquella conmoción ante la muerte del inocente, solo sería el primer episodio de los tres lustros más agitados de la historia reciente americana hasta el once de septiembre de 2001. Los sesenta, la guerra del Vietnam, la contracultura y la lucha por los derechos civiles, entre muchas otras eventualidades, cambiarían para siempre aquella "edad de la inocencia" americana. Ser joven, inocente y mortal en los USA nunca volvería a ser lo mismo.


American Graffiti narra una noche crucial en la vida de un grupo de amigos. La última noche de su inocencia, quizá. Unos jovencísimos Richard Dreyfuss y Ron Howard interpretan, respectivamente, a Curt y Steve, los cuales deberán coger un avión con destino a la universidad la mañana siguiente. Mientras Curt no está convencido si merece la pena dejar todo lo que le es familiar y querido para empezar una nueva vida a miles de kilómetros de su casa, Steve espera ansioso la nueva época que le va a tocar vivir. Tanto es así que decide informalizar su relación sentimental con Laura, hermana de Curt. La pandilla de amigos la completan Terry, conductor de una Vespa con la típica imagen de nerd, y John, el guaperas que conduce el coche más rápido del valle (nunca ha sido batido en una carrera).



La mente y los corazones de los protagonistas irán, esa noche inolvidable, a la deriva; arrastrados por la oscuridad, el rock'n roll y el olor a gasolina. En las ocho horas (hora arriba, hora abajo) en las que transcurre la acción de la película, nada saldrá como parecía planeado. Los habitantes y las circunstancias que rodean a esa noche moldearán y cambiarán para siempre el destino de ese grupo de amigos. El mítico e imitadísimo epílogo que nos regala Lucas dará buena fé de ello.



La galeria de secundarios que presenta Lucas suponen un fantástico acercamiento a aquella cultura del cruising. Éstos, además, serán una parte vital en el desarrollo de la trama, fundamentales a la hora de remover la conciencia de los protagonistas. Carol, una jovencita de catorce años dispuesta a hacerse pasar por chica crusing. La banda de los Pharaon, típicos macarras de chaquetas de cuero, altas velocidades y ningún buen pensamiento. La bella Debbie Duham, que luce uno de los peinados más icónicos de la historia del cine. Bob Falfa, interpretado por un primerizo Harrison Ford, el típico busca bocas que baja hasta los valles con su bólido para batir a la máquina de John. Wolfman Jack, el verídico DJ radiofónico que se hizo mítico entre aquella juventud del cruising. Y, como no, una desconocida y misteriosa rubia que conduce un Ford Thunderbird blanco y que traerá a Curt de cabeza.



Por las debilidades que tiene uno, en relación con la música y la magia de la radio, Wolfman es mi secundario favorito. Todos los conductores sintonizan su show en la radio de sus coches y disfrutan de las noches de magia rockanrolera y del sabor de una leyenda de la radio del que nadie saben nada a ciencia cierta. En el apartado Historial Accurancy sito en la entrada de Wikipedia de la película, se explica la verdadera historia de un mito de la radiofórmula californiana. Wolfman y sus canciones son el telón de fondo perfecto de esta historia de adolescentes a punto de pegar el salto a la madurez. El perfecto secundario fantasma, como las voces de la radio debieran siempre ser. Aprovechando el wikifilón, no se pierdán esta entrada que detalla todas las canciones que se pueden escuchar en American Graffiti, una de las grandes bandas sonoras de toda la vida.

El legado e influencia de esta película no son comparables con La Guerra de las Galáxias, que situaría, cuatro años más tarde y para siempre, a Lucas en el firmamento de los inalcanzables de Hollywood. Aún así American Graffiti sentó muchas de las bases que utilizarían muchas películas adolescentes venideras. Su repercusión es innegable. Toda una peli de culto que deja constancia de las buenas películas que George podría haber hecho sin valerse de un sable luz y el Halcón Milenario. En 1974, George Lucas, igual que los Estados Unidos de 1962, vivía la última época de su inocencia en el mundo del cine. Bendita inocencia.

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