!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> inter shitty 2073: Cuando fuimos los mejores (Una historia mal contada de un combate de boxeo)

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El blog las verdades relativas, las reflexiones estúpidas y las referencias idiotas. Donde las cosas se aprenden desordenadamente.

18.10.05

Cuando fuimos los mejores (Una historia mal contada de un combate de boxeo)


1974 fue el año del escándalo Watergate, la guerra del Vietnam todavía daba sus últimos coletazos y el combate del siglo se iba a disputar en el Zaire, una república del África negra que llevaba casi una década bajo las garras de aquel estadista que se hizo llamar Mobutu Sese Seko (Mobutu el guerrero que no conoce la derrota), tan presumido, estúpido y cruel como todos los dictadores suelen ser. Por un puñado de dólares (cinco millones por barba, para ser exactos) Muhammad Ali y George Foreman fueron convocados por el excéntrico promotor Don King para batirse en un combate que ya era histórico desde el momento en que fue anunciado.

La cinta documental When we were kings cuenta todo lo que envolvió al combate aquellos días de 1974 en Zaire. Resumiendo, y para que se hagan una idea, Foreman se abrió la ceja unos días en un entrenamiento antes de la pugna y ésta tuvo que ser pospuesta hasta seis semanas después. When we were kings es la historia de aquellas seis semanas de espera, nervios, salidas de tono y música, mucha música. Pero también es el relato de la redención del boxeador anteriormente conocido como Cassius Clay y del descenso a los infiernos personales y profesionales de Foreman. Todo ello ambientado en una pequeña república negra de esa parte del planeta que se conoce con el apelativo tan absurdo "el tercer mundo".


Muhammad Ali se había negado a ir al Vietnam porque nadie allí le había llamado negro. Y aquello le había supuesto perder los que podían haber sido sus mejores años como boxeador profesional. Había presumido de ser el mejor, de poseer rapidez y belleza. Y en el año 1974 lo seguía haciendo, pero para entonces ya sabía que era un viejo dentro del mundo del boxeo. Tenía 32 años. Sus mejor época había pasado. Se la había arrebatado el gobierno estadounidense, el hombre blanco, los malos, quién fuese, ya daba igual... En su vuelta a los cuadriláteros había perdido, por primera vez, en un combate contra Joe Frazier. Eso había pasado tres años antes.
Mientras tanto, George Foreman, defensor del título de los pesos pesados, era joven, tenía 25 años y un puñetazo mortal. A principios de 1973 había vapuleado a Frazier en tan solo dos asaltos en un memorable combate disputado en Kingston, Jamaica. Más tarde, antes de su encuentro con Ali, había defendido exitosamente su título frente a José Roman y Ken Norton, que venía de ganar a Ali en 12 asaltos.

Por eso se pensó que el combate era poco menos que un montaje. Era imposible que Ali aguantara dos asaltos a aquel berraco que era Foreman. Para cualquiera con dos dedos de frente, Muhammad no tenía ni una oportunidad. Pero en una suerte del destino algo que flotaba en el ambiente de aquella nación africana jugó en su favor. Él era un ídolo allí. La gente le adoraba por su explícito compromiso con la causa negra y el tercer mundo. "Ali bomaye!", le gritaban. "Ali, mátale". Por las calles de Kinshasa, mientras corría y era perseguido por niños que soñaban ser como él. Y Ali les animaba, gesticulaba y alababa a África y al hombre negro. Ali increpaba a Foreman mirando a las cámaras que también le perseguían. Se mofaba de su oponente en las ruedas de prensa. Y Foreman, mientras tanto, hundía el cuero de los sacos que golpeaba en los entrenamientos. Sorprendido, aturdido; porque Zaire entero le rechazaba. Él, que se jactaba de ser más negro que Alí, era el hombre blanco en un país negro de piel y corazón.
When we were kings, de hecho, es la historia de la pantomima que construyó Muhammad Ali, ayudado por el pueblo zaireño, para vencer a Foreman. Ali iba a bailar, como los ángeles. Eso era lo que se encargaba de decir todos los días. Iba a bailar, Foreman no podría alcanzarle. Iba a bailar y, cuando George no pudiera más, le iba a dar una buena tunda. Iba a bailar para recuperar el título de los pesos pesados. Iba devolver el orgullo a su persona y al pueblo negro bailando sobre la lona, volviendo loco a Foreman con su rapidez y destreza. Iba a devolver la honra al Zaire y al tercer mundo. Aquel combate era una venganza. Y Foreman, que había llegado a Kinshasa con un pastor alemán (símbolo de la represión francesa anterior a la independencia), simbolizaba accidentalmente todos los males de África, de la raza negra, de aquel país y del propio aspirante.


El 30 de octubre, sin embargo, el cabrón de Ali no bailó una mierda. En el primer asalto salió a tumbar a Foreman con su derecha. El bueno de George no se enteraba de nada, no entendía nada. Ali le había vuelto loco con su imparable dialéctica, con sus bromas, despropósitos y caprichos. Mientras, el pueblo del Zaire, que se había tomado el combate como una cuestión de estado, seguía gritando aquello de "Ali bomaye". Ali no bailaba una mierda pero tampoco había besado la lona en el primer asalto, como la mayoría había pronosticado. Y el pobre George, convertido casi en una cabeza de turco, golpeaba con más frustración que otra cosa.

Ali iba a bailar, eso había repetido un millón de veces los días de espera. Pero, tras no poder tumbar a su contrincante en el primer asalto, se arrinconó en las cuerdas y dejó que Foreman le castigara. "¿No puedes golpear más fuerte? Me decepcionas George, tienes las manos de mantequilla, George. ¿De verdad eres tú el campeón de los pesos pesados? Aquel día Frazier debió tener un mal día, George". Ali era un cabrón que pretendía ganar aquel combate dándole a la lengua, en vez de a los puños. Era un fantoche que había construido en su mente y en el imaginario colectivo de los habitantes de aquel país, un combate imaginario que estaba a punto de hacerse realidad, para sorpresa de entendidos y profanos. Contra todo pronóstico, el preferido por los zaireños acertó en la cara de un Foreman literalmente hecho polvo, que se dio cuenta con aquella hostia que la pelea se le había ido de las manos. Y mientras pensaba, seguramente, que Alí le había engañado en todo menos en el pronóstico último del combate, ya estaba tumbado en la lona, hecho una mierda. Lleno de cansancio y de un terrible sentimiento de frustración por haber caído contra aquel viejo que ya estaba para el arrastre. Él, que estaba en los mejores años y golpeaba más fuerte que nadie. Le iba a destrozar y había mordido la lona. Y los zaireños seguía coreando en famoso "Ali bomaye!".


When we were kings, dirigida por Leon Gast, cuenta esta historia, con todo lujo de detalles. El combate por los pesos pesados conocido como "The rumble in the jungle". Una pelea entre perdedores, bueno, no al mismo nivel que Ben Johnson, icono loser del Duque de Cabrito, claro está; pero que fueron despojados de sus mejores años de boxeadores. Uno por el gobierno estadounidense, y el otro por una depresión que le provocó caer derrotado ante el uno.

Curiosamente Foreman disfrutó años después de una redención similar a la que él proporcionó a Ali, cuando ganó el título de los pesos pesados a los 45 años, 20 después de haber sido despojado del mismo en este combate que hoy nos ocupa. Hoy día vende barbacoas (grills) con su nombre. En el fondo no ha salido tan mal parado. La historia y el cine nos han demostrado que el boxeo es una fábrica de perdedores. Quizá por eso es uno de los deportes más interesantes. También el que mejores adaptaciones ha tenido en cine. Ya sea mediante la ficción o mediante el género documental, como en este caso.

A destacar los fragmentos de actuaciones de músicos negros que se citaron en Zaire para darle un poco más de color al combate. Inconmensurables BB King y James Brown. Especialmente este último, para mi gusto. También merecen la pena las entrevistas incluídas a Spike Lee y a los comentaristas deportivos George Plimton y Norman Mailer. Sobre todo a estos dos últimos, periodistas deportivos que presenciaron el combate y que dan la visión técnica de lo que allí ocurrió. Spike Lee hace básicamente de Spike Lee, habla muy bien de Ali, del black power y critica lo imaginable tratándose de él. Que conste que hay respeto para Spike.

Disfruten de este documento si tienen oportunidad. Mucho mejor que ver un combate contemporáneo de boxeo, aún sabiendo quien va a ganar. Ni siquiera es necesario ser aficionado a los deportes para disfrutar de esta cinta. La pelea que se retrata, nunca mejor dicho, es de película.

4 Comments:

At 12:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

El boxeo es una mina de héroes de la calle, de working class heroes...El padre de un amigo por cierto se aficionó a repartir hace poco y se hizo entrenador...Gran post.
Pd.Para cuando un biopic del Poli díaz dirigido por Michael Mann...El Potro se desboca desmerecía mucho sus dotes para los monólogos shakespearianos...

 
At 1:32 p. m., Blogger lutxo said...

Ja,ja,ja... Ya lo creo, mycroft. Se podría titular "El Potro". Que haría alusión al mote del boxeador y a la más terrible de sus adicciones. Y si estuviera protagonizado por sí mismo... Qué le voy a contar. Poli es un working class hero reconvertido en perdedor de primera categoría. Todavía no se ha hecho justicia a su figura.

A mí me pasa igual, Ice Cream, no sé si habré visto más de dos o tres combates de boxeo por la tele. Pero es un mundillo que tiene tantas historias... El documental está bien porque va más allá de lo deportivo. Ali está de oscar.

 
At 2:28 p. m., Anonymous Anónimo said...

Estoy de acuerdo con eso del boxeo para ayudar a contar buenas historias, tal vez porque es un mundo lleno de trampas y sucio. Aunque Rocky sea un referente en este género me quedo con Más dura será la caída.

 
At 3:30 p. m., Blogger lutxo said...

Vaya, no he visto Más dura será la caída, doc. Pero Rocky es una de las grandes sagas. Mi favorita también es Toro Salvaje. Qué peliculón...

Rocky 6 seguramente sea una mierda, pero no me digan que no la van a ir a ver. Pensaba que a lo mejor la protagonizaba su hijo, porque al final de la quinta parte se daba a entender que él iba a continuar la saga ¿no? La ví hace muchísimo. En fin, que Rocky a estas alturas vuelva a competir por los pesos pesados es de risa. Pero, en el fondo, cuando peleaba contra Mr. T también me parecía muy gracioso.¡Qué tiempos!

 

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