Aunque no puedo hablar de fechas exactas, porque las desconozco, me consta que recientemente se cumplirá una década del estreno de
El día de la bestia, segunda película de la filmografía de
Álex de la Iglesia. Tal efeméride, de primeras, quizá tan solo les haga caer en la cuenta de la fugacidad del tiempo. Lo rápido que pasa todo, lo mayores que nos hacemos, todas las horas que hemos desperdiciado haciendo, literalmente, el tonto y reflexiones similares. Pero dejando un lado victimismos que no vienen al caso, desde la redacción (mi cuarto) de este rincón de referencias idiotas y todo lo demás , hemos decidido reivindicar, u homenajear (como se quiera), esta gran película.

Puestos a buscar excusas o motivos para hablar de esta mítica cinta, cabría comentar que ésta fue la película que dio a conocer a
Santiago Segura al gran público. Ya saben que este nombre corre a día de hoy de boca en boca, de post en post, de blog en blog a cuenta de su última película,
aquí reseñada. Lo que me recuerda que a cuenta de este tipo se debate en los foros más diversos sobre la industria cinematográfica española.
El día de la Bestia, lo digo sin miedo, es seguramente uno de los éxitos más inesperados de nuestro cine en la última década. Para mí gusto, una de las películas mejor acabadas y más originales. Además, y por si fuera poco, estos días el director vasco está siendo homenajeado en
Sitges. Razones para hablar de ella, como ven, no faltan.
Álex Angulo, que ya se perfilaba como "actor fetiche" dentro de la filmografía de su tocayo De la Iglesia (ya había aparecido en el primer corto del director,
Mirindas Asesinas, en su ópera prima,
Acción Mutante y, más adelante, haría lo propio como secundario de excepción en
Muertos de Risa), interpreta al padre
Ángel Beriartúa, protagonista de esta peculiar historia.
Beriartúa, catedrático de teología de la universidad de
Deusto, ha descubierto el secreto escondido a modo de críptico en las páginas del libro del Apocalípsis. Según este sacerdote, la nochebuena del año 1995 el hijo de Satán, el mismísimo Anticristo, nacerá en Madrid. Ante este abrumador y aterrador descubrimiento, el cura vizcaíno decidirá aplicar la vieja máxima de "ten cerca a tus amigos, pero mucho más a tus enemigos" y viajará hasta la capital del reino para vender su alma al maligno, granjearse su confianza y tratar así de conocer sus planes, boicotearlos y, de paso, salvar a la humanidad.

Ya en Madrid, el padre Beriartúa se topará con
Jose Mari, un dependiente de una tienda de discos heavie, interpretado por Santiago Segura. Ambos formarán la accidental pareja, tan buena como otros grandes referentes de la comedia de toda la vida, que nos llevará por los pasadizos más angostos, crueles y claustrofóbicos de esa oscura y previsiblemente definitiva nochebuena madrileña. La primera vez que ví a Santiago Segura en la pantalla, encarnando ese delicioso papel de drogata satánico y de
Carabanchel, caí rendido en sus brazos. Y creo que no fui el único. Segura pasaría a ser, a partir de entonces, uno de esos actores omnipresentes en las producciones españolas. Aunque Segura ha hecho mucha mierda desde entonces, ahora mismo no recuerdo una interpretación a la altura de la de Jose Mari en esta pequeña joya. Si acaso, su encarnación del teniente corrupto cañí que todos ustedes ya conocen de sobra. En la primera parte de la saga, eso sí.

Pero todavía queda el tercero en discordia, el profesor
Cavan, una figura mediática que invita desde su programa "
La zona oscura" a la paranoia generalizada en temas de oscurantismo, exorcismos varios, predicciones descabelladas y demás esoterismos de todo a 100. Cavan, que se mostrará escéptico en un principio con respecto al tema del Anticristo, se unirá a esa extraña pareja formada por Angulo y Segura en la búsqueda de la salvación de la humanidad. Su misión no será, ni mucho menos, sencilla. De todas formas, no es fácil hacerle entender al ciudadano medio que el fin del mundo se acerca inexorablemente ante la llegada de la encarnación mundana del Príncipe de las Tinieblas.


Aunque ya lo hemos dejado intuir, uno de los puntos fuertes de la película es la fantástica caracterización que se hace de la ciudad de
Madrid. No sé si se puede definir como caracterización, pero creo que nos entendemos. ¿Quién dijo que era necesario rodar en una ciudad americana para ambientar solventemente una cinta fantástica? Álex de la Iglesia convierte a Madrid en una ciudad apocalíptica. Donde unos energúmenos bajo el lema "Limpia Madrid" queman indigentes, inmigrantes y otros descastados indefensos. Donde las pensiones están habitadas por seres miserables y desequilibrados. Donde todas estas paranoias resultan creíbles. La oscura atmósfera que el director indautxutarra consigue impregnar a Madrid gracias a su personal y transgresora concepción visual es, como venimos insinuando, toda una delicia. Y a diferencia de la magnífica transformación que se hace de Barcelona en
El Maquinista (se hace la hace pasar la ciudad catalana por Detroit), De la Iglesia no tiene reparos en situar la acción en rincones tan míticos de la capital como la
Plaza Callao. Maravilloso montaje, por cierto, el de la famosa secuencia ambientada en el luminoso de la céntrica plaza madrileña.
Pero, si a caso, el mayor acierto de todos es la sutil mezcla de géneros.
"Comedia de acción satánica", rezaban los carteles publicitarios en aquel año. A mí siempre me ha parecido una comedia de las buenas. Buenos gags no faltan. Pero no deja de haber cierta tensión propia del terror. Además de muchos ingredientes que reivindican a Álex de la Iglesia como gran cinéfilo o zinéfago, aparte de como buen director de cine. Una pena que, en mi opinión, sus últimas películas intenten fallidamente cosechar el mismo éxito de las primeras con esas mismas constantes.
Crímen Ferpecto no es una buena peli,
800 balas me parece directamente infumable. Siendo bastante respetable el resto de la filmografía del orondo director. Personalmente me quedo con
La comunidad y, tal vez, con
Perdita Durango. Aunque
Acción mutante, su ópera prima, es graciosísima (quizá cuenta con la mejor interpretación de la historia de mi admirado paisano
Antonio Resines). Y me considero defensor de
Muertos de Risa, que me dejó bastante frío la primera vez que la vi, pero que en una pertinente revisión me cautivó.

La banda sonora está también muy bien escogida. La música de
Extremoduro,
Negu Gorriak,
Eskorbuto... le dan un toque más lúgubre y oscuro a la atmósfera de aquella tétrica nochebuena. Creo recordar, por cierto, que hubo una gira con algunos de los grupos que participaron en esta banda sonora.
Como anécdota merece la pena reseñar las leyendas urbanas que se han vertido sobre esta película. El hermanísimo de Álex,
Agustín de la Iglesia, artista no reconocido por el gran público, pero famoso en su casa a la hora de comer, siempre ha asegurado que el argumento de la peli está basada en una historia real. En una visita que el bueno de Agustín tuvo a bien hacer a nuestro difunto programa de radio
Qué verde era mi valle, nos explicó con todo lujo de detalles (más de los necesarios, todo sea dicho) como su hermano se inspiró en las vivencias reales de un cura jesuíta que se lanzó a la búsqueda del anticristo acompañado por un heavie lunático, que para más detalles era camarero de un bar sito en algún punto del monte
Pagasarri, cerca de Bilbao. También nos confesó, en aquella inolvidable sesión radiofónica, que conocía la existencia de un
bigfoot verde que igualmente pululaba por ese monte. Donde, creo recordar, también conoció al gnomo
Makoki, con el que convivió una temporada. Pero esa es otra historia. Creo que alguno de mis compañeros todavía conserva la cinta de aquella entrevista tan lisérgica.

En fin, sólo huelga apuntar que El día de la bestia es de esas películas con las que uno tiene un vínculo especial. La vi con trece años en el cine, en la sesión de tarde, el día que nos habían dado las vacaciones de navidad. Me hizo sentir feliz y menos desplazado y raro. Ya ven que tontería, pero así lo recuerdo. Por eso, la revisé hace poco para traducir mis impresiones en este post y, la verdad, no pude dejar de hacerlo de una forma un tanto indulgente; con mucho cariño, vaya. Y, de paso, obligué a mi hermana, de catorce años, a que la viera conmigo. Sobra decir que le encantó. "Nunca había visto una película española así", fueron sus declaraciones. Creo que la primera vez que la vi pasó algo parecido por mi cabeza.
Ya que la última película reseñada por aquí también pertenece a lo mejorcito del cine español y está ambientada en nochebuena concluiré este post de igual forma. Invito a los programadores de la segunda cadena de televisión pública (el mítico
UHF) que cambien la archirrepetida
Qué bello es vivir, por alguno de estos dos títulos:
Plácido o El día de la bestia, en su parrilla de la madrugada del 24 al 25 de diciembre. Parafraseando al señor
extractodepollo, son películas con mucho espíritu navideño.