!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> inter shitty 2073: octubre 2006

inter shitty 2073

El blog las verdades relativas, las reflexiones estúpidas y las referencias idiotas. Donde las cosas se aprenden desordenadamente.

29.10.06

De viaje : Kazajstan meets the U.S.A



El personaje

El próximo 3 de noviembre se estrenará en el Reino Unido la película Borat: cultural learnings of America for make benefit glourious nation of Kazahkstan, el esperado film del personaje creado por el televisivo cómico británico Sacha Baron Cohen. A éste quizá le recuerden de otras películas como la infumable Ali G Indahouse, protagonizada por su (hasta ahora) personaje estrella. Borat toma el testigo del
éxito y polémica que ya envolvieron al entrañable Ali G, deslenguado e histriónico rapero con aires de cañí británico.

Ali G fue una de las estrellas catódicas más populares de la televisión británica, allá por los 90. El falso rapero (un nigger wanabe o toyaco en jerga rapera) conseguía, por medios desconocidos, entrevistas con personas "respetables" de la sociedad británica. Un tipo de ropas llamativas, colgantes de oro y con dudoso conocimiento de la gramática inglesa más básica se mofaba de curas, políticos o artistas demasiados desconcertados como para siquiera pensarse que aquello era una broma. Ali G combinaba el estilo de aquel primitivo Arangüena que desconocía todo de sus entrevistados, a los que solía preguntar por sus agrias polémicas con Iñaki Gabilondo, y las mejores preguntas-puñetazo con las que nos obsequiaban los domingos por la tarde los reporteros de Caiga Quien Caiga, comandados entonces por el hoy desmejorado Wyoming.

El resultado era una interesante bajada de bragas a la clase intelectual británica, incapaz de distinguir entre Baron Cohen y su ridículo alter ego. Durante sus buenos años, Ali G protagonizó entrevistas memorables, sacando muchas veces mucha más sinceridad al entrevistado de la que podría conseguir cualquier periodista al uso. El show continua hoy en día en Channel 4 sin el mismo encanto de antaño. El formato, pese a lo innovador, es evidentemente caduco. A día de hoy poca gente en el Reino Unido ya no sabe que Ali G es un tipo disfrazado.



Quizá por eso Cohen sacó a G de Berkshire y lo llevó a los EE UU durante un par de años. Quizá, también por aquello, fue dando más protagonismo en su carrera al periodista kazajo Borat, un diamante en bruto que ya aparecía en el show británico con su propia sección "Borat's guide to Britain", en la que se descojonaba de la Inglaterra más vetusta asistiendo a comidas con representantes de las "buenas maneras", a clubs de gentleman o a la exclusiva caza del zorro. Todo revestido con la imagen de colores de película porno que tendría la tele kazaja. Los resquicios victorianos de la Inglaterra profunda (altos estamentos religiosos incluidos) se evidenciaban a sí mismos y mostraban sin pudor sus ideas más cejijuntas, prejuicios y fanatismos. Borat nunca desaprovechaba una oportunidad para preguntar a un gentleman su opinión sobre la homosexualidad o para alabar la hombría del cazador, que se jacta de, efectivamente, disfrutar de la matanza.


En otro orden de cosas, conviene apuntar que Borat odia a los judíos, a los que responsabiliza del sufrimiento de su pueblo y de prácticamente todos los males de la actualidad. Es homófobo y desprecia a la mujer, a la que sitúa detrás de los perros y los caballos. Como un personaje de dibujos animados siempre viste la misma ropa, un traje que, por lo visto, nunca lava. Es grosero, indiscreto y zafio. Pero es periodista y procedente de Kazajstan. Le acompaña una cámara y no para de sonreir. Busca a Pamela Anderson por America y le apasiona Eddie Murphy (de él afirma que le gusta especialmente su piel de chocolate "¡Es inusual!"). Ustedes sé que también le darían una oportunidad.

Mockumentariamente

A parte de porque se ríe de la América de misa y pandereta, esta irreverente y polémica película llama la atención por aquello de pertenecer al selecto club del falso documental o mockumentary (yo también había oído hablar del término fake, no sé si erroneamente). Un género a reivindicar en estos días en que el género documental parece encontrarse en una segunda juventud. Uno, que a veces es un poco necio, todavía no entiende muy bien la diferencia entre el falso documental y el mondo, ustedes quizá pudieran explicármelo.


Sea como fuere, el falso documental cuenta con grandes exponentes, de los que me consta que ustedes conocen de sobra, como This is Spinal Tap, Zelig de Woody Allen o ese otro hito de la televisión británica llamado The Office (entre muchísimas otras referencias). Bajo la apariencia formal de los documentales (con sus artificios fímicos y bustos parlantes) estas películas o series, además de hacer reir, indagan, por así decirlo, en la percepción de la realidad a través de la pantalla, en la credibilidad del género documental (planificado para simular veracidad) y, sacando un poco de quicio el asunto, en la propia naturaleza del cine, que es un arte que muestra, ni más ni menos, retazos de realidad proyectados en una pantalla rectangular, previa edición, a 24 fotogramas por segundo.

Ali G, con su propio estilo mockumental, consiguió esas declaraciones que para sí quisieran muchos de esos mercaderes de la información que se hacen llamar periodistas serios. Esa es la virtud de Baron Cohen, un tio que se curra más sus personajes que los Morancos. Michael Moore se hizo pasar por miembro vitalicio de la NRA para entrevistar y poner en evidencia, de paso, al mismísimo Charlton Heston. Ya veremos como se las arregla este periodista de nación de nombre dificilmente pronunciable en la tierra de Moore.


Kazajstán

Con un poco de suerte, y sin haberme leído la entrada del wikipedia, creo que hubiera sido capaz de localizar este vasto país asiático en un mapa mudo. Kazajstán es una república ex sovética situada junto al mar Caspio. Pese a que cuente tan solo con quince millones de habitantes es el noveno país más grande del mundo en extensión. Su capital es Astaná y su todopoderoso presidente se llama Nursultan Nazarbayev. Su moneda es el Tenge y su religión mayoritaria es el islam, seguida de cerca por la iglesia ortodoxa rusa.

Kazajstán es un país desconocido, que no sale en los telediarios, que no da votos, ni dinero y que, por lo tanto, no importa. Nadie conoce una mierda sobre cultura kazaja. Nadie ha visto una película, ha escuchado una canción, conoce un escritor o ha oído mencionar, siquiera de refilón, algún deportista kazajo. Kazajstán es un país, que para lo que nos concierne, bien podría no existir. Millones de occidentales no notarían la diferencia. Los kazajos no son olvidados. Los kazajos no existen. Sin más. Si Zapatero coincide en el baño con Condoleezza Rice (la señora arroz, chiste fácil) al día siguiente habrá noticia de portada en todos los periódicos. Si, por los avatares de la vida política, le tocara reunirse con Nazarbayev les aseguro que no nos enteraríamos.


Gracias a Borat, Kazajstán es un país que está saliendo del armario. La prensa británica, al menos, no se pierde ni una aparición mediática de Erlan Idrissov, embajador de la gloriosa nación asiática en Londres que lleva un par de años embarcado en una curiosa cruzada anti Borat. Hace poco llegó a incluso escribir un extenso ensayo para el diario The Guardian reincidiendo en el tema. El gobierno de Kazajstán ha dado la espalda a uno de sus periodistas más renombrados. En el filme, sin embargo, en la foto que pueden ver encima de estas líneas los prebostes del gobierno kazajo dan su beneplácito al periodista para llevar a cabo su viaje documental. Pero la realidad es mucho más agria.

Al principio el gobierno de Kazajstán arrebató la extensión .kz que Borat usaba en su web oficial. Luego afirmaron que Cohen seguía "alguna orden política diseñada para presentar a Kazajstán y a su gente de manera degradatoria". La relación entre este impresentable embajador de la cultura kazaja y su gobierno ha sido tensa en todo momento. Pero la película ha abierto la caja de Pandora. Se podría decir que los mayores esfuerzos diplomáticos del ministerio kazajo de exteriores en estos momentos tienen que ver con el caso Borat. Sin embargo, Dariga Nazarbayev, la mismísima hija del caudillo de aquel país tan renombrado ya, salió en defensa del cómico. Como si el sentido común hubiera decidido hablar por ella sentenció que "la página de Borat daña menos la imagen de nuestro país que su cerrazón (...) Pienso que no deberíamos tener miedo del humor y no tendríamos por qué controlarlo todo". Quizá los habitantes de aquel país debieran sentarse a ver la película y descojonarse de que seamos tan estúpidos y nos creamos tan inteligentes.


USA

La elección de que Borat fuera de gira por la América de los yuesei era de cajón de madera de pino. Pues, ustedes ya habrán oído los rumores, el estadounidense medio lo desconoce todo, o casi todo. Porque Baron Cohen se convierte en un periodista extranjero, finge un acento y nadie va a dudar de sus genuinos orígenes ex soviéticos, como los caraconos que se hacían pasar por franceses. USA es un terreno propicio para la cosecha de ilimitadas cumbres del humor según el estilo Cohen. Con él consigue sacar el fervor antisemita de un tejano defensor de los métodos de Hitler (el humorista que encarna a este peculiar periodista es judío, como se puede deducir por su apellido) o se las arregla para que la Comisión de Tráfico de la ciudad de Oklahoma permanezca un minuto y medio en silencio por el 14 aniversario de una batalla inventada entre su pueblo y los uzbekos y que, en el mismo acto retransmitido por la televisión local, le dejen dar un discurso de 17 minutos. Por lo visto, alguna vez también ha tenido que salir por patas con todo el equipo acuestas porque algunos anormales querían correr al extranjero a gorrazos. El puto Cohen se juega el tipo. Aunque todo parezca importarle una mierda.

No sé en que condiciones llegará la película a España. Tuvo un pase en el festival de Sitges del que absence (al cual le felicitamos desde el 2073 por el anuncio de que va a volver a ser padre) dio cuenta en su blog. Este post lo dejo en plan review, porque todavía no la he visto. Si ustedes tienen la oportunidad y se ven con ganas de pasar una tarde agradable y divertida no la dejen pasar. Por si acaso.

Si tienen tiempo también pueden degustar los cuatro primeros minutos de la película en los que presenta a su familia en unas escenas rodadas en Rumanía, que a efectos prácticos es otra Kazajstán. También se han ido colgando videos diarios en esta web oficiosa de Borat durante los treinta días previos al estreno de la película. Allí también encontrarán todas las transcripciones en inglés de cada uno de sus reportajes.

19.10.06

Lo importante no es ganar... o al menos eso dicen (I)

Hoy hablaremos de deporte. Sin entrar en polémicas ni rivalidades. Haciendo caso omiso de Gasol, Nadal, Alonso y demás pinceladas de actualidad. Porque cada día tratamos de hacer el 2073 más imprevisible e infumable, hoy repasamos (con el calzador que caracteriza este websitio) memorables eventos deportivos de la historia del siglo XX. En este nuevo coleccionable recopilaremos, en tres entregas, pequeñas y grandes historias preferentemente protagonizadas por aquellos que fallaron el tiro en el último segundo, los que se tropezaron a diez metros de la línea de meta. Porque la historia del deporte, aquella que no figura en letras de oro, la escriben los ganadores y, sobre todo, los perdedores (que para eso hay más).


El maratón de Pietri

Cuando en 2012 Londres celebre la trigésima edición de los Juegos Olímpicos de verano de la modernidad, la ciudad inglesa y antigua capital imperial, acogerá por tercera vez un evento de estas características. La última vez que la mítica antorcha (que algunos vimos desfilar por nuestra ciudad o pueblo en aquel lejano 1992, el año de España) desfiló por las calles londinenses fue en 1948, cuando el mundo todavía se recuperaba de la segunda gran guerra. Para encontrar las primeras olimpiadas celebradas en suelo británico tenemos que viajar hasta 1908 (¡98 años!). Después de las celebradas en Atenas, Paris y San Luis, aquellas fueron las cuartas olimpiadas veraniegas de la historia contemporánea.

Curiosamente, el deportista más recordado de aquellos Juegos del 1908 no ganó ninguna medalla. El atleta italiano Dorando Pietri llegó en solitario al estadio olímpico de White City con 42 kilómetros a sus espaldas. El transalpino había dominado casi desde el principio la maratón (prueba entre pruebas que en la actualidad sirve para cerrar cada edición olímpica). Sin embargo, cuando el estadio jaleaba la entrada del atleta a la pista reconociéndole como ganador y la afición azzurra se frotaba ya las manos pensando en el oro, Dorando encaró la última vuelta a la pista del estadio olímpico en la dirección equivocada. Totalmente rendido, sin fuerzas, vencido por la "pájara", Pietri se tambaleó primero y se desplomó instantes más tarde sobre la pista naranja. Los jueces, conmovidos por la escena al igual que el resto de los allí presentes, ayudaron al italiano, todavía seminconsciente, a cruzar la línea de meta.

Pietri fue descalificado por la ayuda recibida. El norteamericano John Hayes se subió a lo más alto del podium y recibió las flores y el oro. Sin embargo, Pietri, el perdedor, será siempre el recordado. Irónicamente, creo que de haber ganado aquella medalla hoy nadie se acordaría de este desafortunado italiano. Vivir para ver...


Los amantes del círculo polar antártico

Tras una travesía de 36 días por el océano Polar Ártico, el militar estadounidense Robert Peary llegó al Polo Norte en diciembre de 1909. A aquellas alturas la Antártida parecía en último gran reto deportivo dentro de nuestro planeta. Pocas aventuras tan emocionantes quedaban ya para los exploradores. El Polo Sur, virgen y desquiciantemente blanco, fue el campo de juego de una batalla deportiva y, en cierto sentido, política. Antes de la carrera espacial entre EE UU y la URSS, dos equipos de exploradores procedentes de Noruega y Gran Bretaña se lanzaron a la conquista del punto más extremo al sur de nuestro planeta.

La tripulación británica estaba capitaneada por Robert Scott que planeó la expedición como una oportunidad para estudiar la Antártida. Los británicos registraban las condiciones meteorológicas cada día y recogían minerales antárticos que se iban a encontrando por el camino. Además, uno de sus trineos contaba con un cuentakilómetros para registrar la longitud de la travesía.

Por el contrario, Amundsen, capitán de la expedición noruega, pasó del rollo científico y preparó el viaje con la idea principal de soportar la extrema adversidad de los factores antárticos. El equipo de Amundsen se componía de 8 hombres, especialistas en resistencia ante situaciones extremas (para empezar eran noruegos, que esos nunca tienen frío ¡la hostia), y 116 perros huskies en los que confiaba plenamente para completar su misión. Los perros, por cierto, una vez más fuímos co protagonistas del éxito humano.

Scott partió de la base del Cabo Evans el 1 de noviembre de 1911. A medida que la expedición británica avanzaba entre las tierras blancas de aquel infierno helado, los trineos motorizados que habían decidido usar como transporte se fueron estropeando. Para colmo de males, todos los caballos que Scott contaba para ayudar en la carga sucumbieron al frío, por lo que la tripulación tuvo que cargar con el equipaje. Días antes de llegar al Polo Sur, Scott mandó de vuelta a la mitad de su tripulación y decidió acabar el viaje con cuatro hombres.

El 14 de diciembre de 1911 la expedición noruega llegó al Polo Sur. Habían recorrido 3.200 kilómetros, el día era soleado. Aquellos nueve nórdicos se habían convertido automáticamente en héroes. Ya formaban parte de la historia. El éxito de la misión lo fue también el de su capitán y sus planteamientos. Amundsen había pasado el invierno en el campamento base, había situado víveres y combustible en la ruta que seguiría y había entrenado concienzudamente a su manada de canes. Después de varios días de descanso, él y su tripulación volvieron al campamento base. La expedición había durado 96 jornadas.


Tuvo que pasar casi un mes hasta que Peary llegara, con el resto de su tripulación, hasta el Polo Sur, donde ya hondeaba la bandera noruega. La decepción que aquellos hombres sintieron es incomprensible para alguien que no sabe lo que es andar durante semanas entre el hielo y la nieve. El camino de vuelta fue una auténtica pesadilla helada para los restos de la expedición británica. Muertos de hambre y frío, cargando 15 kilos de los minerales que habían ido recogiendo por el camino, los ánimos y las fuerzas se desvanecieron. La Antártida fue la tumba para Oates, Evans, Wilson, Bowers y Scott. Estos tres últimos murieron a escasos metros de un depósito de comida.



Fútbol olímpico: Perú en las olimpiadas de Hitler
La primera copa del mundo de fútbol se disputó en 1930 en Uruguay. El país anfitrión fue el primer equipo en hacerse con la corona del fútbol mundial. Cuatro años más tarde, la Italia de Vittorio Pozzo (entrenador) y Benito Mussolini (estadista), actuando también como anfitriona, se alzó con el codiciado título. En cuartos de final, el equipo campeón necesitó de dos partidos y todos los favores arbitrales imaginables para dejar en el camino a España, que en aquellos años era una firme candidata al título. En serio, no se rían, no es cachondeo...

Cuatro años después, Italia volvería a proclamarse campeona. El totalitarismo había descubierto el fútbol, y todo el deporte por defecto, como arma propagandística. Por aquel entonces el balompié ya parecía apuntar maneras como "deporte rey". Ser campeón mundial de fútbol suponía (y, como saben, supone) fama a nivel internacional. Una forma fantástica para exportar ideologías, por muy inflamables que estas sean.

En la relación entre el deporte y la propaganda también calló el amigo Adolf, camarada del mentado Mussolini. Las olimpiadas de Berlín de 1936 fueron un buen ejemplo de política y deporte cogidos de la mano. Pero esta historia, lo de Jesse Owen haciendo el saludito de marras al amigo Adolf y lo de la película de Leni Riefenstal ya lo saben. Sin embargo, puede que no conozcan la historia del equipo peruano de fútbol que compitió en aquella edición olímpica. En Pegamín se publicó un post de obligada lectura que a modo de epílogo cierran el post de hoy. Once pares de botas contra Hitler. Visítenlo.

17.10.06

Estar de vacaciones mola porque...

Puedes acostarte tarde y levantarte al día siguiente todavía más tarde. Tienes tiempo para hacer todo lo que no puedes hacer durante la semana laboral. Como ver la tele de madrugada o películas a cualquier hora del día. Oír música, leer libros y cómics, tomarte unas cañas con los amigotes sin pensar que al día siguiente hay que pringar, visitar los sitios a los que llevas meses diciendo que te apetece ir, salir de fiesta un martes...

Además no tienes que verle el careto a tus compañeros de trabajo, ni al jefe, ni a los clientes si es que ustedes son de esos que trabajan de cara al público. No te pasas ocho horas al día (o las que cada uno tenga que estar) encadenado a ese sitio al que solo se va por llevarte un puñado de dólares al bolsillo cuando empiece un nuevo mes.

En resumen, estar de vacaciones mola porque no tienes que trabajar y tienes mucho tiempo libre. Pero lo que más mola es poder enumerar todas las cosas buenas que tiene a todos los capullos que mañana tienen que madrugar....

13.10.06

Lógica catódica '80s (III): Lucky Luke (la sombra catódica más rápida del oeste)


Además de ser el único y genuino vaquero más rápido que su propia sombra del mundo del cómic, Lucky Luke también lo fue de aquella tele de los primeros 80 que estos días reivincicamos por estos lares. Por lo visto, Morris (el autor de los tebeos) llegó a un acuerdo con esa superpotencia del cartoon que es Hanna Barbera para producir 26 capítulos en los que se narraran las aventuras de este solitario justiciero.

Igual que me pasaba con Mazinger, recuerdo la emisión de Lucky Luke como un momento de unión familiar en torno del electrodoméstico del diablo que preside cada una de nuestras salas de estar. También recuerdo la mítica canción. El bang, bang y todo eso. Y no mucho más. Los magníficos cómics, sin embargo, permanecen todavía frescos en mi ajada memoria "adulta". Pero esta serie, como las anteriormente comentadas, forman parte de aquella tele primitiva con la que gozaba siendo todavía un cachorro.

Espero que este youtube que he tomado prestado les traiga tan buenas memorias a ustedes como a mí (aunque sean borrosas).

7.10.06

Lógica catódica '80s (II): Mazinger Z


Mazinger Z reunía a toda mi familia frente al televisor siendo yo bien pequeñito. Eso lo recuerdo con relativa claridad. También que disparaba sus enormes puños metálicos al grito de "¡puuuuños fueraaa!". Y que "su novia" disparaba las tetas. Aunque no recuerdo que ésta gritara "¡tetas fuera!" ni nada parecido. Creo recordar que Mazinger Z me encantaba, pero al tratar de hacer memoria sobre el argumento de la serie la cosa se complica. Parece que el tiempo hubiera echado un saco de tierra sobre algunas partes de la memoria que creía conservar de mi infancia catódica. Suerte que este maravilloso invento, internet, sirve (además de para comprar vuelos baratos y ver pornografía) para refrescar la memoria perdida de las grandes series de nuestra infancia.

Mazinger Z era un robot gigante (de dieciocho metros de alto), que era controlado por Kouji Kabuto, nieto del eminente profesor Kabuto. Nos tenemos que remontar a la historia del desaparecido profesor para saber del origen de esta masiva bestia metálica. En una expedición arqueológica por una remota isla griega se conocerá de la existencia de robots milenarios de proporciones gigantes que pudieran ser utilizados como arma ultradestructora. Aquella excursión detonaria la guerra entre el bien y el mal narrada en este popular anime que librarían estas bestias tecnológicas. El doctor Infierno, uno de los científicos que vivirían aquel descubrimiento, enloquecería con la idea de conquistar el mundo con aquellas armas. De sus compañeros, el único que escapa de su perversidad es, evidentemente, el sabio profesor Kabuto, que construirá a Mazinger para destruir las bestias de Infierno. Éste, por cierto, es de origen alemán. No entiendo como con ese nombre y esa procedencia los científicos buenos no intuyeran que su personalidad podría desviarse hacia el lado oscuro a lo Anakin Skywalker.

El alemán chiflado consigue finalmente matar a Kabuto senior, que en su lecho de muerte le pide a su nieto que se ponga a los mandos de Mazinger para acabar con la amenaza de Infierno, sus secuaces y sus gigantes bichos diabólicos.

Ésta es por tanto una genuina historia de la eterna lucha que mantienen las fuerzas del bien contra las fuerzas del mal, en la que además se suma el factor de la venganza. Kouji es el encargado de salvar al mundo y vengar a su abuelo. Los bastardos de la línea de enfrente no se lo pondrán nada fácil. Acuérdense del malvadísimo y bizarrísimo militar hermafrodita llamado Barón Asura que seguía los postulados infernales.

Mazinger Z fue la más popular serie Mecha (robots gigantes), por lo menos en lo que a España se refiere. En Japón la serie se emitió por primera vez en 1972 y tuvo una duración de 92 capítulos. Por lo visto, en España aquella cifra se recortó hasta 30. Que yo recuerde, quizá fue la primera gran serie del manga que triunfó en nuestro país. Aunque tal vez usteden puedan pensar en alguna otra serie anterior. En internet es una de las series más reivindicadas de aquellos años catódicos que continuamos revisionando.

Como imprescindible complemento youtubístico les adjunto para que vean las caretas introductoria y final de la serie. A mí me tardan bastante en cargar, pero la belleza de las imagenes y las inolvidables canciones hacen que merezca la pena la espera.



5.10.06

La tienda de la esquina


Dicen que lo mejor se ha de dejar para el final. Es por ello que en esta revisión smithiana empezamos por el final, para acabar hoy con el principio de toda esta historia. Para terminar este monográfico nos hemos guardado en la manga el as de corazones de la filmografía de Kevin Smith. Su opera prima, Clerks, que es la obra que recoge de la forma más fresca sus constantes fílmicas. Clerks es el patrón, el pilar maestro de su universo pop. Pese a que por aquí se afirmó que Persiguiendo a Amy era la mejor peli de la filmografía de Smith, ésta seguramente es la más redonda de todas, la más lograda. Para el que esto escribe, sin duda, su favorita.

En la tierra de las oportunidades y de las películas de 1000 millones de dólares de presupuesto, Smith rodó una hilarante comedia en elegante blanco y negro con la modesta suma de 27.000 dólares (parte de la cual salió de la venta de parte de su colección de comics). Durante los 21 días que duró el rodaje el director trabajaba por la mañana, por la tarde dormía y por la noche rodaba. Y todo lo hacía en el mismo sitio, en Quick Stop Groceries, la tienda donde él era el desmotivado clerk. En un encomiable ejercicio de economía de medios, valiéndose del desparpajo y frescura de actores no profesionales (la mayoría amiguetes o familiares) y de un fantástico guión, perfectamente entrelazado y plagado de conversaciones llenas de referencias a su mundo personal de cultura pop, Smith pergeñó una de las más altas cumbres del cine independiente de los 90.


Clerks es un día en la vida de Dante y Randall, ellos son los clerks del título, los dependientes; el primero de una tienducha y el segundo del videoclub anexo a la misma. Y un día de sus vidas es como cualquier otro, pura rutina clerk. Clientes insoportables, bizarros, exigentes, charlatanes o directamente estúpidos. Horas de trabajo basadas en el aburrimiento, el hastío y la desmotivación. Reponer, etiquetar, atender, dar el cambio y vigilar a los chorizos. Aunque, por supuesto, ese día en Quick Stop Groceries no será como el resto.


Dante, quizá el protagonista más carismático de cualquier película smith, se despierta ese día con una llamada de su jefe. Ese es su día libre y tiene que ir a trabajar. La vida de este perdedor, que odia su trabajo pero no hace nada para ponerle remedio, pasará delante de sus ojos ese maldito día de trabajo inesperado. Primero, su novia Verónica le revela el número exacto de chicos con los que ha practicado el sexo oral, cosa que a ese maldito diablo cejijunto no le hace mucha gracia. Más tarde, se enterará de que su ex novia Caitlin, la cual le rompió el corazón y le puso más cuernos que al venao de la puta canción del verano, se va a casar. Si la primera noticia le enoja, la segunda le destroza.

Por otro lado está Randall, despreocupado y cáustico, un hijo de puta integral con los clientes del videoclub, a los que odia. Interpretado por Jeff Anderson, un colega del instituto del señor Smith, Randall es el prototipo perfecto del secundario gracioso mejor amigo del protagonista para el que Smith reserva las mejores líneas de sus películas. A diferencia de su colega, Randall odia su trabajo pero acepta su condición de clerk. No muestra ningún respeto ni profesionalidad en su trabajo, pero tampoco se queja. Sin más se limita a dejarse llevar en el rutinario día a día viendo porno, revisionando y revisionando la trilogía original de la Guerra de las Galaxias y gastando putadas los clientes del videoclub. Además es el mejor amigo de Dante, al que escucha, aconseja, reprende, contradice y desespera.


De puertas para dentro están pues Dante, Randall y sus odiados clientes, siempre dispuestos a dar el coñazo y conseguir amortizar hasta el último centavo de dólar. De puertas para fuera, y con el mismo horario, conviven toda la caterva de vagos y traficantes de la ciudad de Nueva Jersey, incluidos los más primitivos Jay y Bob el Silencioso. Y ese es el universo clerk. La tienda y sus alrededores. Un mundo en el que vagamente existe la idea del más allá. Donde los días se repiten y las conversaciones son el único soporte anímico para los protagonistas. Porque como en toda buena película de Aske View se habla, habla y habla.

Porque ya hemos dicho unas líneas más arriba que el guión es una pequeña muestra de saber hacer. La carencia de dinero y de color se sustituyen en Clerks con conversaciones llenas de soltura. La película es un conjunto de situaciones y de diálogos que tejen esta diminuta, bella y sardónica historia acerca de lo que es ser dependiente de una tienda de ultramarinos a los 23 años sin esperar mucho más de la vida o del futuro. Smith, a través de sus enloquecidos diálogos toma el pulso del tiempo narrativo y lleva al espectador a donde quiere. A ese mundo tan suyo lleno de jóvenes destalentados y delenguados. Ese mundo al que él pertenecía y pertenece. Porque, al fin y al cabo, nadie se debería extrañar que el director se haya convertido en el tipo de personaje lineal y carente de ambición que lleva más de una década retratando en sus película. Él siempre ha sido así. Desgraciadamente el tiempo, que dicen que pone a cada uno en su lugar, le ha ido quitando esa chispa que tenía a los veintitantos. Y aunque esta película en concreto resista los achaques del tiempo y se conserve casi tan sabrosa y fresca como el primer día, sus ideas se han ido quedando obsoletas.


Por lo demás, Clerks, ya saben, tiene y habla de todo. Y cuidado los que no la hayan visto por si en este párrafo les desvelo alguna sorpresa. Tiene un poco de reflexión; habla de la vida y de la muerte, del ser o no ser, del amor, los celos, el sexo, la infidelidad y novias que te llevan lasagna al trabajo. También mucha revisión fílmica, con teorías sobre el sexo entre hermafroditas o de los trabajadores autónomos de la estrella de la muerte de El Retorno del Jedi. Y, sobre todo, es una película donde para regocijo del espectador se putea hasta el extremo a su protagonista, culpable a su manera de su mezquina existencia. Y el pobre Dante, ya saben, ni siquiera debería de haber ido a trabajar.

Por si hubiera alguna duda después de esta apasionada reseña, Clerks queda catalogada como imprescindible de inter shitty 2073. Es por eso que en estas últimas fechas se ha monografiado a la figura de Kevin Smith. Su secuela ya lleva varias semanas en cartelera, muchos de ustedes ya la habrán visto. Un servidor todavía no, pero después de esta sobredosis ya estoy preparado. Así que, literalmente, me voy a verla esta misma noche. Los que consideramos como obra maestra a esta joya nos será difícil aceptar la idea de que, ya coloreados, Randall y Dante se hayan hecho mayores sin haber crecido un ápice mentalmente. De todas formas, compraré mi entrada, me sentaré en la butaca y trataré de disfrutar y de reir a carcajada suelta de sus nuevas andanzas esperando ver enmendada ese quiero y no puedo en el que se ha convertido la carrera de este director del que, a principios de los 90, tanto se esperaba.

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