!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> inter shitty 2073: noviembre 2006

inter shitty 2073

El blog las verdades relativas, las reflexiones estúpidas y las referencias idiotas. Donde las cosas se aprenden desordenadamente.

24.11.06

Parece que fue ayer (100 veces inter shitty)

Yesterday fue la primera canción que escuché de los Beatles siendo consciente de ello. Tal vez, por eso, cuando me preguntan cuál es mi canción preferida de los Beatles digo ésta sin pestañear. A veces completamente convencido y otras, arrepintiéndome un poco, pero intentanto evitar la terrible decisión... la respuesta honesta, en fin, cambia cada día. La inevitable historia personal que me une a esta canción es una de esas preciadas anécdotas frikis que uno guarda para ocasiones especiales, cenas navideñas. La típica que te da de contar después de unas (muchas) cervezas cuando uno ya cuenta las historias como el abuelo de la familia Simpson, sin intentan llegar a algún lugar concreto.

En mi casa no tuvimos minicadena hasta bien entrados los noventa, cuando yo tenía doce años o por ahí. Así entró en mi vida el compact disc, que por aquel entonces era un revolucionario formato de audio que permitía pasar canciones con un botón y del que se decía que sus discos jamás se rallaban (ilusos de nosotros). Ante el reto de comenzar a construir nuestra propia discoteca familiar, mi padre (lector habitual de este blog) me mandó al kiosko a comprar el primer fascículo de una jugosa enciclopedia de rock que no paraban de anunciar por la tele, y que inevitablemente venía con un cedé de regalo (la madre del cordero). Evidentemente había oferta de por medio. La primera entrega, 100 pesetas. Lo que los chavalillos de entonces conocíamos como 20 duros. Una moneda dorada que los que no crecimos con el €uro recordamos como un capital con el que se podían pagar desde polos marca lacoste hasta cenas de las de café, copa y puro. O veinte gominolas de duro.

Como era buen chaval, me presenté ipso facto en nuestro kiosko de confianza y volví felizmente a casa, fascículo en ristre. Como por aquel entonces vivía en una feliz burbuja de ignorancia, no me daba cuenta de la bomba de relojería que tenía entre las manos. De las nueve canciones que el compact de regalo compilaba recuerdo de memoria clásicos del calibre de Hey Joe de Jimi Hendrix, My Generation de los Who, Roadhouse Blues de los Doors, Sympathy for the devil de los Rolling, Money de Pink Floyd y, tal vez, una de Santana de cuando era bueno (¡todos juntos!). Yesterday era la última pista. Por desgracia, como casi todas las demás gangas que nos hemos encontrado en nuestras miserables vidas, la cosa tenía su truco. El cedé sonaba a lata. El término remasterización no era común, por aquel entonces, en los oscuros pasillos de las oficinas de las empresas de enciclopedias por fascículos. La calidad era similar a la de aquellos radiocassetes de plástico negro con micrófono incorporado, que de no estar enchufados funcionaban con ocho pilas de las grandes, en los que había que pulsar a la vez los botones de REC y PLAY para ejecutar el grabador. Además, la cinta original, imagino, sería obra de algún hippie drogado. Y eso en el mejor de los casos. Así que la alegría familiar no fue completa. Como muchísimas otras familias de la época jamás compramos el segundo fascículo de la gran enciclopedia del rock.

El desenlace supongo que ya lo imaginan. Un buen día decidí escuchar la canción nueve, la de los Beatles. Nunca volví a ser el mismo.


Yesterday se podría considerar, pese a quien pese, la canción más exitosa de los Beatles y, por extensión, de la historia musical contemporánea. Tresmil artistas de casi todos los estilos enumerables han versionado Yesterday desde su edición en 1965, el prestigioso libro Guiness de los records (lectura imprescindible del 2073) así lo certifica. La web songfacts, para más detalles, apunta que en cualquier momento del presente alguna versión de esta canción está siendo radiada en algún punto del planeta. Una teoría de dudosa utilidad y difícilmente contrastable (como otras tantas) que, en realidad, dice lo suficiente de esta canción como para comprender su trascendencia en la historia de la música contemporánea y la cultura popular. Sin embargo, la canción no fue editada como single en el Reino Unido. En EE UU, que para estas cosas como para casi todo son muy suyos, el single Yesterday, con Act Naturally en la cara B, fue publicado el 13 de septiembre de 1965 con el éxito imaginable. Este tema es el penúltimo corte de la cara B del LP Help! En el post que dedicamos a este álbum ya enumeramos alguna de las muchas virtudes de este hito.

En muchos sentidos Yesterday fue revolucionaria. Empezando por el hecho de que McCartney fue el único beatle en tomar parte en la grabación, acompañado por un cuarteto de cuerda. En directo, Paul solía interpretar esta delicada pieza también en solitario. Sin embargo, en la grabación incluida en la compilación que cambió mi vida los Beatles restantes acompañaban la voz de Paul, que cambiaba guitarra acústica por su mítico bajo. La primera vez que escuché la versión original me llevé una pequeña desilusión (ironías de la vida), pues no sonaba como ya había imaginado. Con el tiempo, creo que he aprendido a escucharla como se aprenden a disfrutar las cosas que uno ama.

Yesterday tiene una relevancia extrema en mi educación cultural, pues me abrió la puerta a muchos de los placeres de los que, muy de tarde en tarde, hablo en este foro. Tanto es así que se la podría considerar como el pilar maestra de ésta casa de sabiduría desordenada e inútil que es inter shitty 2073, enumeración de placeres mundanos referenciados y opiniones insensatas. Por eso creo que siempre será mi canción preferida de los Beatles. Y también por eso, la canción (cuya versión original pueden escuchar si pulsan al hipervínculo que comienza el texto) es la protagonista de este post centenario.

Como este blog no tiene ya ni identidad, ni regularidad, ni personalidad, ni cumpleaños, no se encuentran muchos motivos para las celebraciones internas. Sin embargo, no he querido dejar pasar esta eventualidad numérica y, de paso, aprovechar para agradecerles a ustedes, mis lectores (a los cuatro) por vuestro empeño en mantener vivo este blog. Como se suele decir, no diré nombres, que está feo, pero ustedes ya saben quienes son. Especialmente a todos los que completan mis cojos conocimientos con sus fieles y sabios comentarios. No hay jamones en el mundo para pagarles su contribución. Y también, a los amigos y familiares que hacen sus comentarios de espaldas a la galería (algunos muy jugosos) y que leen con cariño, pese a haber escuchado ya muchas de estas cantinelas en numerosas ocasiones. Ustedes le dan la vida a este rincón y por ustedes debería cumplir todas las cosas que me propongo o en las que pienso en mis muchos paseos en horario laboral.


Echándole estos días un vistazo al ayer de este blog, uno se da cuenta que al principio la cosa iba bien, que contaba con cierta proyección o progresión. Después del parón de seis o siete meses nada ha vuelto a ser igual. Pero, si me diera por escribir más posts, creo que este sitio no estaría ni tan mal. Ustedes que no desisten, en el fondo, hacen posible la supervivencia de este espacio (esperemos que en otras cien ediciones más, por lo menos, aunque eso nos lleve toda una década). Con un propósito de enmienda de por medio, que ya saben que en el fondo no cuesta nada, les dejo con este youtube de propina. La filmación en el Budokan japonés de la versión rareza de Yesterday incluida en la enciclopedia de los cojones. Puro 2073.

14.11.06

Winston aprende la lección (la venganza del día de las hogueras)


Cada 5 de noviembre los cielos a lo largo y ancho del Reino Unido se cubren del resplandor de los millones de fuegos artificiales que los lugareños llevan semanas acumulando en sus frigoríficos y de hogueras, diseñadas claro está bajos las normativas del Health and Safety. Pese a que las explosiones de colores de ese día no tengan ni punto de comparación con los happenings pirotécnicos del levante español, esa noche, solo unos días después de halloween, nativos y ajenos no pueden evitar pasar un rato contemplando el firmamamento iluminado a espasmos, como los latidos de un celeste corazón eléctrico. Los petardos y bombas sobrantes permanecerán en las neveras británicas hasta el día del veterano, tan solo unos días más tarde, el 11 de noviembre. Los resquicios servirán para alegrar las venideras noches de navidad y año nuevo. Ninguna de las celebraciones posteriores a la inicial, sin embargo, serán tan explosivas como la primera.

Los británicos (ademá de otros países miembros de la Commonwealth) celebran cada 5 de noviembre la noche de Guy Fawkes (también conocida como la noche de las hogueras). Guy Fawkes fue uno de los terroristas católicos que trataron de asesinar al rey Jaime I de Inglaterra, su familia y a la aristocracia protestante volando por los aires la casa de los lords, ubicada en aquel tiempo junto a las actuales casas del parlamento, precisamente el día de apertura del año político en
1605. Fawkes fue detenido el 5 de noviembre de aquel año, de ahí la celebración en esa fecha concreta. El plan, pensado por el líder católico Robert Catesby, fue descubierto y desmontado por las fuerzas del orden (después de los imaginables chivatazos, interrogatorios y severas torturas) evitando el regicidio, la masacre, la destrucción del edificio símbolo de la ley y el orden en Gran Bretaña y un más que posible cambio de rumbo de la historia de este estado contemporáneo y, por extensión, de la historia universal y del mundo presente tal y como hoy lo conocemos. Fawkes que era, según cuenta la leyenda, el encargado de apretar el botón rojo fue torturado durante días y sentenciado a morir colgado hasta la seminconsciencia para ser después descuartizado. Para bien o para mal, en el futuro se convertiría en una de las personalidades históricas británicas más recordadas de todos los tiempos. Tanto es así que las hogueras que se encienden cada 5 de noviembre en el british empire simulan la quema en la hoguera de esta controvertida personalidad (su espiritu, entendemos).

392 años después, el 5 de noviembre de 1997, sin embargo, la historia británica y mundial está a punto de cambiar, a punto de volar por los aires. Después de salvar a una joven prostituta primeriza llamada Evey, un enmascarado con aire fawkianos y de sobrenombre V, hace explotar las casas del parlamento que hoy conocemos, Big Ben incluido. Es una noche oscura y fría del Londres posterior a la guerra (III guerra mundial, si ustedes quieren). Inglaterra apesta, está podrida. Lo que la mayoría de británicos no pueden siquiera intuir es que esa explosión, maquillada por el gobierno como "explosión planificada", va a cambiar el pestilente olor a fascismo que flota en el ambiente por un delicado y picante aroma de pólvora anarquista. Esa noche del 5 de noviembre de 1997, según la realidad de V de Vendetta, en Londres tampoco faltarán los coloridos fuegos artificiales que provocarán, por cierto, una agradable y casi desconocida sensación de felicidad en la joven y desconcertada Evey.


"Mientras escribía esto tuve una idea para el héroe, que ahora podría encontrar un poco reiterativa. Pensé en porqué no lo retratábamos como un Guy Fawkes resucitado completamente, con una de esas máscaras de papel maché, una capa y un sombrero cónico. Tendría una pinta verdaderamente bizarra y daría a Guy Fawkes la imagen que se ha merecido todos estos años. No deberíamos quemar al tío cada 5 de noviembre, sino celebrar su intento de volar el parlamento". Afirma ese pedazo de friki que es Alan Moore, responsable de los guiones de los cómic books V de Vendetta, llevados mayormente a la viñeta por David Lloyd, coautor oficial de la obra. Podemos imaginar que mandar a tomar por el culo todo el parlamento es un peculiar homenaje a Fawkes por parte de V, el ultrasombrío heroe de esta no menos oscura obra. Un homenaje, parodia y advertencia.

Debajo de la máscara parece estar la respuesta a las incógnitas que la historia plantea al principio, pues parece haber un humano que piensa, sufre y ansia. Alguna persona de carne y hueso con el suficiente sentido común y amor por la vida y por el arte como para liderar un cambio en la historia, con todo el encanto clásico y teatral que todo evento similar requiere. Pero aunque en la persona detrás de V haya una identidad, alguien con un nombre y pasado, la respuesta a las preguntas no se encuentran en los entresijos personales del actor (de los cuales se dan, con cuentagotas, detalles a lo largo de la trama). Las respuestas están precisamente en la máscara, su sonrisa burlona y en el atuendo del lunático vengador. Ese 5 de noviembre Fawlkes va a pulsar el botón rojo. Ha resucitado y ahora es inmortal. Los planes van a salir bien y las cosas, ahora, van a cambiar. V, con sus fancy clothes y sus latinajos, es un concepto. El del superviviente. El del último hombre del planeta, la última mente libre. El último rastro de una humanidad que el superestado omnipresente está punto de mandar a un agujero negro. Ahora es único, pero hace años había cientos como él. V es también una idea. La idea que sobrevivió al cuerpo sin vida de Fawlkes. La idea que sobrevivirá hasta que muera la última persona con conocimiento de aquella historia. Y está a punto de hacer volar la Historia por los aires.


Por supuesto, todo este discursito de los cojones nos remite a la idea de distopía (término que desafortunadamente no está aceptado por la RAE. V de Vendetta es una especie de adaptación de esa obra maestra que es 1984 filtrada por la imaginación de los hijos del thatcherismo. De hecho, entre la lista de referencias que los creadores barajaron a la hora de plasmar en un cómic todas las ideas que flotaban en sus conversaciones, el primer nombre que se mencionó fue el del escritor inglés George Orwell. Ciertas ideas clave de 1984 permanecen en V de Vendetta, como el omnipresente Big Brother reconvertido ahora en The Fate, la voz del destino, que al igual que el primero controla todos los movimientos de la alienada masa. En la lista también se incluyeron otros nombres de autores y obras distópicamente imprescindibles como Huxley (véase Un Mundo Feliz) o Farenheit 451 (véase Ray Bradbury).

Como ya he comentado en alguna ocasión, el libro de Orwell es de lo mejor que un servidor ha leído y quizá por ello se echa de menos un poco más de la mala leche orwelliana, esa que no para de dar patadas en los cojones a protagonistas y lectores. Nunca he vuelto ha pasar tanto miedo leyendo un libro como pasé con 1984. Por eso uno se acuerda del Londres infernal, la policía del pensamiento, el partido y ese final de toda esperanza social.

Indudablemente en la obra que hoy reseñamos no faltan una nada despreciable galería de nuevos iconos distópicos como ese refugio antiaéreo del conocimiento, cultura y humanidad que es la galería de las sombras, escondrijo donde V teje sus planes. La celda número 5 o una autobiografía escrita en un trocito de papel higiénico son otros de estos iconos, pequeñas historias de supervivencia y lucha interna contra el todopoderoso superestado.


El oscurantismo argumental, un guión maravilloso y crítico y el colorido lúgubre de cada viñeta de cada página de esta colección de comic books reconvertidos en novela gráfica también me han hecho pasar mis momentos de acojone y angustia, todo sea dicho. Pero, por encima de todo, he disfrutado de la pareja protagonista. Como héroe, V tiene todo lo que se echa de menos en el Winston de 1984. Ese conocimiento de los factores, de las ramas de pensamiento y de las filosofías. Mientras Winston duda, V se sabe la justicia. Tiene la determinación, la sabiduría, las armas y el concepto del espectáculo histórico. Pero dejo ya de comparar. Mejor ustedes le dan una oportunidad si tienen la ocasión. Mientras tanto, yo haré lo propio con la película.

4.11.06

Estoy hecho un lío...



¿Hizo Mookie lo correcto?

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