The End III

Aunque inter shitty 2073 vive horas muy bajas, con lo cansino de la jornada laboral de más de 8 horas y lo frenético del verano, no podía pasar desapercibida la muerte de Syd Barret, un genio de la música muchas veces olvidado.
Su mente, llena de claroscuros, cascada a base de excesos lisérgicos de finales de los 60, acabó recluyendo a Syd en una habitación de la que, para bien o para mal, nunca volvería a salir.
Quedarán para siempre Arnold Lane, los happenings en el Marquee londinense, el acento británico de sus melodías, la dulce y amarga psicodélia, los arrebatos de locura y The Piper at the Gates of Dawn. El que, para algunos, es el mejor disco de Pink Floyd. Para bien o para mal, nunca volverían a ser la misma banda. Pero esa es otra historia que hoy, para sorpresa de algunos, todavía continúa.
Syd murió de diabetes. Nos dejó a los 60 años.
Qué le vaya bonito.
2 Comments:
Tal vez ahora escape de la cárcel de su propia mente...sus discos en solitario son impresionantes...una de las grandes explosiones de talento en bruto que he escuchado nunca...pero al "diamante loco" le faltó saber apaciguar a sus demonios...
Uno de los más grandes...
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